martes, 14 de noviembre de 2017

La construcción del Estado liberal en España. Una pequeña introducción

Con la muerte de Fernando VII y la llegada al trono de Isabel II, se inicia, propiamente, el proceso de construcción del Estado liberal. Es decir, desde 1833, definitivamente el Antiguo Régimen va a ser derribado. No obstante, el resultado de este proceso no va a ser la recuperación de las ideas de 1812, sino que se van a aplicar los conceptos de Jovellanos y de otros teóricos como Donoso Cortés, más reticentes a desarrollar la soberanía nacional. Por ello, este proceso de construcción del liberalismo va a caminar hacia un modelo de régimen que va a mantener una gran parte de herencias del régimen anterior, si bien es cierto que experimenta importantes cambios estructurales.
          Éste es el relato del proceso que terminó de desmantelar, en principio, el régimen en el que la multiplicidad de situaciones jurídicas (privilegios) y el sistema de monopolio de los medios  de producción y de la soberanía política. Hasta qué punto este proceso se completó, o, por el contrario mantuvo permanencias del anterior es otra cuestión.

1-Pleito dinástico y opciones políticas. La regencia de María Cristina

En 1830, tres años antes de la muerte de Fernando VII, ya había tres opciones políticas preparadas para la sucesión del Rey:

- Liberales: fortalecidos por los liberalismos europeos que estaban triunfando, como la Revolución de julio en Francia.
Los liberales defendían un sistema de soberanía nacional, un sistema de control de la Iglesia por el Estado, de libertades económicas, de extensión de los derechos individuales y de las libertades públicas, de homogeneización jurídica y de la reducción de privilegios de todo tipo, etc.
Este modelo se había materializado, previamente, en la obra revolucionaria de la Constitución de Cádiz y en el trienio liberal del reinado de Fernando VII, pero no había cuajado.

- Realistas-Carlistas: se apoyaban en don Carlos, el hermano menor de Fernando VII, que estaban reforzados sobre todo desde la Revuelta de los agraviados (o malcontents) de 1827.
Su discurso reivindicaba, sobre todo:

·                El ultracatolicismo: se trataba de reponer a la Iglesia como estamento privilegiado a nivel social y económico con la derogación de la legislación liberal sobre desamortizaciones… pero, además, a nivel político con la entrada de prelados en las instituciones consultivas del rey.
         Con estas medidas, don Carlos conseguía el apoyo de muchos obispos y de la Iglesia. Pero, sobre todo, de los párrocos rurales empobrecidos con la legislación liberal.

·                La defensa de los fueros: este aspecto ha sido muy controvertido, porque algunos, como Josep Carles Clemente, defienden que don Carlos fue foralista desde el primer momento, y otros, como Jordi Canal, que sólo cuando estalló la guerra y se generalizó, prometió recuperar los fueros. Así, don Carlos se distanciaba de los burgueses liberales, más centralistas, y conseguía el apoyo de las minorías que se beneficiaban de las particularidades forales y los privilegios.

·                El Antiguo Régimen en lo político (monarquía de origen divino de talante absoluto con apoyo de los estamentos privilegiados), en lo social y en lo económico (propiedades vinculadas y amortizadas y privilegios de todo tipo). Así se granjeaba el apoyo de los sectores nobiliarios absolutistas y de muchos campesinos.

- Reformistas: eran todos aquellos que pretendían reformar el sistema, pero superficialmente (elaborar presupuestos…) o simplemente a nivel administrativo, sin afectar a la estructura de la soberanía. Por ello, no luchaban por una apertura política, sino sólo administrativa. Se trataba, como consecuencia, de racionalizar la gestión de los recursos y de limitar la soberanía real, pero no eliminarla.
Eran los herederos de los afrancesados y de los liberales moderados doceañistas del trienio liberal.
Como consecuencia de todo lo dicho, en la guerra no se trataba de ventilar diferentes opciones dinásticas, sino políticas, ya que detrás de cada candidato había una forma diferente de entender el Estado.
El asunto estalló tras los Sucesos de la Granja de 1832, cuando Fernando VII nombró un nuevo gobierno de moderados, técnicos y herederos de la Ilustración que defendían reformas económicas y administrativas, pero nada de reformas políticas.
Lo presidió Cea Bermúdez, quien retomó la política del reformismo ilustrado del XVIII. Por ello, este período fue una especie de Antiguo Régimen, pero reformado.
En 1833, muerto ya Fernando VII, la princesa Isabel juró como heredera de la corona. No obstante, su tío don Carlos, amparándose en la Ley Sálica, argumentó que las mujeres por tradición no podían suceder si había un familiar cercano varón. Por ello, declaró ilegal la sucesión de su sobrina y defendió sus derechos al Trono. Así se inició una guerra civil contra María Cristina, quien había asumido la Regencia del país porque su hija era aún menor.
La regente, con el título de Reina Gobernadora, que tampoco era partidaria de un sistema de libertades políticas y económicas, instauró un régimen mezcla del absolutismo monárquico y del reformismo ilustrado. Este sistema estaba basado en el Estatuto Real de 1834 como marco jurídico fundamental.
Con ello, la Regente se acercó a los liberales conservadores, aunque sin caer en el liberalismo puro. Así pues, este nuevo régimen político empezó a desmantelar las estructuras políticas del Antiguo Régimen, pese a no alterar la estructura de la propiedad. Es decir, en este sistema político la soberanía real se empezaba a limitar ya que, de acuerdo con ese Estatuto, se convocaba una cámara baja formada por representantes de un electorado muy restringido, pero electorado al fin y al cabo. Ahora bien, por lo que respecta a otyras cueestiones, como la centralización del Estado, el paple de la Iglesia, o la separación de poderes, el tipo de liberalismo, de aceptarse ese liberalismo, era muy conservador porque a las elites del Antiguo régimen, aunque les despojaba de sus privilegios estamentales y jurisdiccionales, les concedía gran parte del poder económico y político.    


No hay comentarios: