miércoles, 23 de marzo de 2011

D.José Maria Manrique:Las Armas de la Guerra Civil Española

Aquí hay otro video sobre las armas que se pudieron utilizar en el conflicto bélico acaecido entre 1936 y 1939.
http://www.youtube.com/watch?v=SSS-3sgJJfI&feature=related

Armas extranjeras en la Guerra Civil

Para los curiosos, os propongo el análisis de este video (http://www.youtube.com/watch?v=Rimw04s3kPk&feature=relmfu).





Las operaciones militares de la Guerra Civil de 1936 a 1939

Este video (http://www.youtube.com/watch?v=3C5ScyIU_6U&feature=related) explica, de forma muy somera, las operaciones militares de la Guerra Civil.

Causas de la Guerra Civil

Aquí tenéis un video sobre las causas de la Guerra Civil española en  http://www.youtube.com/watch?v=k-sq2vlFz14


Según este testimonio, las causas del conflicto fueron las duras condiciones de vida de las clases más pobres de la sociedad. Es decir, sería la polarización social y el apoyo que la Iglesia prestó a esta situación, lo que ahondó en las diferencias entre unas clases y otras.

También hace referencia a la oposición de los estamentos castrenses a las reformas (limitadas) de Azaña, y, por supuesto, el planteamiento de Estado integral auspiciado por los políticos reformistas de la II República.

Pero, sobre todo, un factor muy importante sería la insatisfacción de las clases más pobres acerca de las medidas reformistas de los políticos burgueses. Y, por descontado, la insatisfacción igualmente de los propietarios, que veían en estas reformas el fin de su secular predominio político, social y económico.

viernes, 11 de marzo de 2011

Clara Campoamor y Victoria Kent

Este video nos habla de Clara Campoamor y de Victoria Kent, y del sufragio femenino. Ese sufragio que ya se había reconocido en la Constitución de 1931, pero que necesitaba de una ley electoral nueva para implantarse definitivamente.

Estas dos mujeres fueron muy diferentes en sus posturas sobre este tema. Mientras Clara Campoamor defendía el derecho femenino a este sufragio, Victoria Kent pensaba que la mujer aún no estaba preparada para votar.
De ello se deduce la importancia de la formación intelectual y personal a la hora de implantar efectivamente una democracia. Este sistema, por tanto, no se puede desarrollar de forma institucional, desde arriba, sino de forma estructural, desde abajo.



No obstante, se debe recordar que ya Primo de Rivera había planteado un sufragio femenino inserto en el sistema electoral mixto que había previsto para los ayuntamientos y Diputaciones Provinciales, y para la Asamblea Nacional.

Sobre las consecuencias políticas  de la implantación definitiva de este sufragio, cabe destacar que en las elecciones de 1933 ganaron los partidos de centro, de centro-derecha y de derecha posibilista, como el Partido Republicano Radical o la CEDA. Y Victoria Kent y Clara Campoamor perdieron sus actas de diputado.

Éste es otro video sobre la cuestión femenina.  Evidentemente, el apartamiento de la Iglesia de la  vida pública tuvo su relación con ello. Y con muchas más cosas. Como consecuencia, es importante entender las diferentes medidas que se acometieron como diferentes manifestaciones de un planteamiento ideológico e intelectual común. La relación con el krausismo y con la ILE es más que evidente.

Los sindicatos en la II República

Este video, que he encontrado en http://www.youtube.com/watch?v=4RhAGIEkYuU&feature=fvwrel, nos ilustra, de forma muy sintética, acerca de las organizaciones sindicales durante la II República española.

Como veréis el modelo sindical es muy diferente en función de la zona. Algo tendrán que ver  las medidas agrarias de la revolución liberal, es decir, las desamortizaciones y las aboliciones de señoríos que tuvieron lugar en el XIX.

Sobre la Revolución de Asturias de 1934

Este video sobre la revolución de Asturias de 1934, que he encontrado en http://www.youtube.com/watch?v=yznm1Jq-ToY, es una interpretación de esos hechos. No obstante, pese a su indudable interés, sería conveniente que dedujéramos la ideología política que subyace en él.

Si observáis, los conflictos de 1934 no se circunscriben únicamente a Asturias, sino también a Cataluña. En este último caso, se entrecruzan el problema social con el generado por el modelo de organizaciónn territorial del Estado. 

Visiones sobre el segundo Bienio de la II República

Acabo de encontrar este artículo sobre el segundo Bienio, o bienio radical-cedista. La página es http://www.clasecontraclase.org/spip.php?article163.

Me parece muy interesante, ya que ofrece una visión concreta sobre este período de la Historia de España. Pero no sólo, sino que de su lectura se puede deducir una visión general del segundo ensayo republicano.

¿Qué os parece? ¿Qué línea interpretativa pensáis que sigue?

Esta otra página, http://www.sbhac.net/Republica/Imagenes/EntreRep/2Republica/BienioNegro/Negro.htm , también me parece muy interesante.

viernes, 4 de marzo de 2011

Ley de defensa de la República

Aquí tenéis el texto de la Ley de Defensa de la República de 1931. ¿Qué aspectos consideráis democráticos, y cuáles no? ¿Pensáis que supone un cambio estructural sobre el modelo anterior?

Ley de Defensa de la República española de 1931 (21 de octubre de 1931) Artículo 1.- Son actos de agresión a la República y quedan sometidos a la presente ley:
  1. . La incitación a resistir o a desobedecer las leyes o las disposiciones legítimas de la Autoridad;
  2. . La incitación a la indisciplina o al antagonismo entre Institutos armados, o entre éstos y los organismos civiles;
  3. . La difusión de noticias que puedan quebrantar el crédito o perturbar la paz o el orden público;
  4. . La comisión de actos de violencia contra personas, cosas o propiedades, por motivos religiosos, políticos o sociales, o la incitación a cometerlos;
  5. . Toda acción o expresión que redunde en menosprecio de las Instituciones u organismos del Estado;
  6. . La apología del régimen monárquico o de las personas en que se pretenda vincular su representación, y el uso de emblemas, insignias o distintivos alusivos a uno u otras;
  7. . La tenencia ilícita de armas de fuego o de substancias explosivas prohibidas;
  8. . La suspensión o cesación de industrias o labores de cualquier clase, sin justificación bastante;
  9. . Las huelgas no anunciadas con ocho días de anticipación, si no tienen otro plazo marcado en la ley especial, las declaradas por motivos que no se relacionen con las condiciones de trabajo y las que no se sometan a un procedimiento de arbitraje o conciliación;
  10. . La alteración injustificada del precio de las cosas;
  11. . La falta de celo y la negligencia de los funcionarios públicos en el desempeño de sus servicios.
Artículo 2.- Podrán ser confinados o extrañados, por un período no superior al de vigencia de esta ley, o multados hasta la cuantía máxima de 10.000 pesetas, ocupándose o suspendiéndose, según los casos, los medios que hayan utilizado para su realización, los autores materiales o los inductores de hechos comprendidos en los números I al X del Artículo anterior. Los autores de hechos comprendidos en el número XI serán suspendidos o separados de su cargo o postergados en sus respectivos escalafones.
Cuando se imponga alguna de las sanciones previstas en esta ley a una persona individual, podrá el interesado reclamar contra ella ante el señor Ministro de la Gobernación en el plazo de veinticuatro horas.
Cuando se trate de la sanción impuesta a una persona colectiva, podrá reclamar contra la misma ante el Consejo de Ministros en el plazo de cinco días.
Artículo 3.- El Ministro de la Gobernación queda facultado:
  1. . Para suspender las reuniones o manifestaciones públicas de carácter político, religioso o social, cuando por las circunstancias de su convocatoria sea presumible que su celebración pueda perturbar la paz pública;
  2. . Para clausurar los Centros o Asociaciones que se considere incitan a la realización de actos comprendidos en el Artículo 1 de esta ley;
  3. . Para intervenir la contabilidad e investigar el origen y distribución de los fondos de cualquier entidad de las definidas en la Ley de Asociaciones; y,
  4. . Para decretar la incautación de toda clase de armas o substancias explosivas, aun de las tenidas lícitamente.
Artículo 4.- Queda encomendada al Ministro de la Gobernación la aplicación de la presente ley.
Para aplicarla, el Gobierno podrá nombrar Delegados especiales, cuya jurisdicción alcance a dos o más provincias.
Si al disolverse las Cortes Constituyentes no hubieren acordado ratificar esta ley, se entenderá que queda derogada.
Artículo 5.- Las medidas gubernativas reguladas en los precedentes Artículos no serán obstáculo para la aplicación de las sanciones establecidas en las leyes penales.
Artículo 6.- Esta ley empezará a regir al día siguiente de su publicación en la Gaceta. (Gaceta, 22-X-31.)

Sobre la reforma militar de Azaña

Acabo de encontrar este texto, sobre la reforma militar de Azaña, en el blog. Me parece interesante su lectura. Debemos reflexionar sobre el contenido de esta entrada. ¿Os parece que fue un cambio estructural de calado respecto de medidas anteriores como las regeneracionistas de Polavieja o Canalejas? Hablemos de ello.

El 25 de abril, el ministro Manuel Azaña inicia su reforma militar con un famosísimo decreto que concede el pase a la situación de segunda reserva, con el mismo sueldo que disfrutaban en la escala activa, «a todos los oficiales generales del Estado Mayor general, a los de la Guardia Civil y Carabineros y a los de los Cuerpos de Alabarderos, Jurídico Militar, Intendencia, Intervención y Sanidad», así como a los oficiales de las distintas armas y cuerpos, que así lo solicitasen. Ésta fue la piedra angular de la reforma de Azaña y buscaba, claramente, resolver el problema clave del ejército español, que era la abundancia de jefes para tan poco indio. Una vez iniciado este proceso, Azaña comenzó la reforma del ejército propiamente dicha.

Quedan para la Historia los nombres de quienes asesoraron al ministro en esta labor: comandante de Artillería Juan Fernández Saravia; comandante de Caballería Germán Boaso Román; comandante de Artillería Antonio Vidal Lóriga; comandante de Infantería Andrés Fuentes Pérez; comandante de Estado Mayor Ángel Riaño Herrero; comandante de Ingenieros Enrique Escudero Cisneros; comisario de guerra de segunda José de Armas Chirlanda; capitán de Caballería Juan Ayza Bergoños; capitán de Artillería Pedro Romero Rodríguez; y capitán de Intendencia Elviro Ordiales Oroz.

Estos once hombres no sé si sin piedad (contando Azaña) realizaron una poda en la estructura del ejército español que cabe señalar de espectacular. Su objetivo era modernizar la estructura de las fuerzas armadas y llevarlas a una proporción razonable de aproximadamente un militar por cada cien civiles.

En consecuencia, se dividió el país en ocho divisiones orgánicas y se estableció la dotación que habrían de tener, que en cada caso era:

- 2 brigadas de infantería, formadas cada una por dos regimientos, asimismo formados por dos batallones, y teniendo cada batallón 4 compañías de fusileros, una de ametralladoras y una sección de especialistas.

- 1 escuadrón de caballería, con una sección de armas automáticas y otra de infantería ciclista.

- 1 brigada de artillería ligera.

- 1 batallón de zapadores-minadores.

- 1 grupo de transmisiones.

- 1 sección de iluminación.

- 1 escuadrilla de aviación.

- 1 unidad de aeroestación.

- 1 parque divisionario para municionamiento, armamento y material.

- 1 grupo divisionario de intendencia, con una compañía montada de víveres, una compañía automóvil de panadería y dos compañías de servicios.

- 1 grupo divisionario de sanidad, con una sección de ambulancias, una columna de evacuación y un grupo de desinfección.

- 1 sección móvil de evacuación veterinaria.

Además de esta estructura, por así decirlo, por defecto, había unidades más independientes, como dos brigadas mixtas de infantería de montaña, 2 regimientos de carros ligeros de combate, 7 regimientos más de infantería, 1 división de caballería, 4 regimientos de artillería pesada, 4 regimientos de artillería de costa, 3 grupos mixtos de artillería, 2 grupos de defensa contra aeronaves, 4 parques de artillería de cuerpo de ejército, 1 regimiento de zapadores-minadores, 1 parque central de automovilismo, 1 batallón de pontoneros, 1 regimiento de ferrocarriles, 2 grupos autónomos mixtos de zapadores y telégrafos en Baleares, otros dos en Canarias, sendas compañías de intendencia y sanidad en ambas islas, un regimiento de aeroestación, 3 grupos de información de artillería y 1 depósito de ganado.

Parece mucho y, probablemente, lo es a los ojos de muchas personas que se sientan pacifistas. Y es interesante recordarlo porque, aparte de reivindicarse con ello la verdad, también viene bien porque a veces, dentro de las visiones entre románticas e interesadas de la República, se quiere ver en la reforma de Azaña algo así como un desmantelamiento del ejército, fomentado por presuntas ideas antimilitaristas del ministro que luego sería primer ministro y, después, presidente de la República.

Para disgusto de alguno de sus hagiógrafos y/o admiradores, Azaña estaba muy lejos de ser lo que hoy consideraríamos un pacifista. Era, eso sí, una persona obsesionada con que el presupuesto militar se gastase bien, es decir no importase una peseta más de lo necesario, pero tampoco una peseta menos. Sus palabras donde deben pronunciarse, esto es en la sede parlamentaria, son éstas:

El Ejército en España no es mejor ni peor que la Universidad, o que los ingenieros de caminos, o que el Ateneo, o que cualquier otra institución. Lo que pasa es que dentro del funcionamiento del Estado, la institución militar y, por consiguiente, los gastos que acarrea, o son perfectos o son estériles; no hay término medio. Y es por el carárter contencioso del Ejército. El Ejército, en tiempo de paz, no tiene más misión que instuirse para la guerra; pero cuando llega la guerra, si la organización del Ejército no es todo lo perfecta que cabe en lo humano, no sirve para nada, y todo lo que se ha venido gastando y produciendo y trabajando en los años de paz es absolutamente perdido; esto no pasa en ninguna otra institución del Estado.

No parece que una persona que declara que su deseo es un ejército todo lo perfecto que cabe en lo humano pueda considerarse ni pacifista, ni partidario del desarme, ni enemigo del monopolio legal de la violencia.

Eso sí. La larga lista de unidades que conformaban el ejército de la República no debe esconder el bosque del importante adelgazamiento del mismo. Azaña y sus asesores suprimieron 37 regimientos de infantería, cuatro batallones de montaña, nueve batallones de cazadores, 17 regimientos de caballería, un regimiento de ferrocarriles y dos batallones de ingenieros. Un decreto de 16 de junio reorganiza las áreas militares y suprime las categorías de capitán general y teniente general (que Franco resucitó y, por lo que sé, resucitadas siguen); y luego tomó otra serie de medidas, entre las cuales, quizá, la que más se conoce es la decisión de clausurar la Academia Militar de Zaragoza, que entonces era dirigida por el general Franco.

Los diez militares que hemos citado formaban el llamado Gabinete Militar, conocido en muchos cuartos de banderas de aquella época como Gabinete Negro. Emilio Mola, el general que se alzaría con Franco en el 36 desde Pamplona, es la fuente que más escritos ha dejado por parte de, por así decirlo, la oposición a la reforma. Según esta versión, el Gabinete Negro tuvo como principal función delimitar quién debía ascender y acceder en cada caso al mando en las tropas. Es, ya lo digo, la versión de Mola; pero resulta difícil de creer a la luz de los acontecimientos, a menos que presupongamos a los asesores de Azaña un desconocimiento total de las cojeras ideológicas de los compañeros a los que ascendieron o mantuvieron.

Los autores de los panegíricos franquistas tras la guerra, como Arrarás, hablan sin ambages de mutilación al referirse a las medidas de Azaña. Sin embargo, unos seis meses después de comenzada la reforma, Azaña pudo ir a las Cortes y vanagloriarse de que las oposiciones habían sido nimias; y no mentía. No obstante, no son pocos los indicios de que lo que pasó realmente es que los militares habían quedado, tras la proclamación de la República, en cierto estado de incertidumbre que les impidió organizarse y reaccionar. Lo cierto es que los hechos acabaron por demostrar que no eran pocos de ellos los que estaban radicalmente en contra de la reforma y, de hecho, aquellos pocos militares que además eran diputados (caso de Fernández Castillejo, Joaquín Fanjul o Tomás Peire) combatieron diversos proyectos de Azaña todo lo que pudieron. No fueron los únicos que combatieron la reforma. También lo hicieron las derechas patronales, las cuales rechazaban una de las medidas de la reforma: la creación del Consorcio de Industrias Militares, que consideraban era una competencia desleal contra las industrias privadas. El Consorcio englobaba a la Fábrica Nacional de Toledo, la Fábrica de Artillería de Sevilla, la Fábrica de Pólvoras y Explosivos de Granada, la Fábrica de Pólvora de Murcia, la Fábrica de Armas Portátiles de Oviedo y la Fábrica de Cañones de Trubia. Fue disuelto en 1935, durante el bienio de las derechas.

Si avanzamos en la lectura de quienes opinaron sobre estas reformas, encontramos que no se cuestiona su origen principal. El propio general Mola, por ejemplo, admite que, acabada la guerra de Marruecos (tras el desembarco de Alhucemas que, según cierto periódico, fue realizado por 10.000 españoles de nacionalidad francesa) «no sólo la oficialidad profesional era excesiva, sino también el propio ejército permanente era demasiado aparato bélico para las necesidades de la nación». No obstante, si podemos considerar a Mola portavoz de los militares (o, por lo menos, de ciertos militares, que no eran pocos en los cuartos de banderas) dicha reducción fue excesiva. Mola calculaba en 1933, en este sentido, que en caso de movilización (es decir, si se deshacía la situación de paz) harían falta 4.000 oficiales más de los que había dejado Azaña; y debo decir que en este punto parece que llevaba razón, puesto que, una vez iniciada la guerra civil, es obvio que el ejército republicano quedó huero de oficiales (y los improvisó a partir de los milicianos de partidos políticos y sindicatos); y en el bando franquista, mucho más dotado, aún así hubo que «tirar» de Falange, de los requetés y de cuerpos como los alféreces provisionales. Y esto era así a pesar de que el ejército se había deshecho de entre 10.000 y 12.000 militares.

Otro de los elementos de la reforma de Azaña que fue, a todas luces, imperdonable por parte de los militares que un día serían golpistas, fue la racionalización de los ascensos. Azaña tenía muy claro que el núcleo de la oposición desde el Ejército estaba en las unidades africanas; y si alguna duda le quedaba, en agosto de 1932 la disiparía cuando viese que el general Sanjurjo, héroe de Alhucemas, le montaba un golpe de Estado. Así las cosas, dentro de los dos grandes bandos de las fuerzas armadas españolas, es decir escalafonófilos [esta palabra me la invento yo para no llamarlos chusqueros] y africanos, optó por los primeros y, en palabras de Mola, hizo que los militares que estaban acostumbrados a ascender por méritos de guerra «marcasen el paso en el escalafón per saecula saeculorum».

En el diario de Azaña hay una entrada de 1933 que es muy reveladora del daño que hizo a los africanos esta medida y que es, además, muy sintomática a la luz de los acontecimientos posteriores. Dice Azaña:

He recibido en el Ministerio al general Vera, que manda la Octava División. Me dice que el general Franco está muy enojado conmigo por la revisión de ascensos. De hacer el número uno de los generales de brigada ha pasado a ser el veinticuatro. Es lo menos que ha podido ocurrirle. Yo creí durante algún tiempo que aún descendería más.

Por si fuera poco, esta medida se complementó con una ley, de 9 de marzo de 1932, con la que, en mi opinión, Azaña terminó por firmar su divorcio con los militares.

Merced a esta ley, los miembros del Estado Mayor General del Ejército en activo podían ser puestos en situación de reserva mediante decreto gubernamental si: llevaban más de seis meses en situación de disponible; y durante ese tiempo se hubiese provisto algún destino de los correspondientes a su categoría. ¿Qué significa esto? Pues venía a significar que, tras los pases a la reserva voluntarios de 1931, ahora el gobierno se abrogaba el derecho a pasar a la reserva a los oficiales, pues era dueño de dicho pase y también de las condiciones que lo hacían posible. Es decir: para quitar de en medio a un militar, le bastaba con tenerlo seis meses haciendo pasillos.

En resumen o, cuando menos, mi resumen: en realidad, buena parte de los problemas de la República que se hicieron patentes en el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 estaban ahí desde el principio, y aún más allá. El problema militar es uno de ellos. Como la reforma agraria, la reforma militar me parece a mí un ejemplo más de una medida bienintencionada y adecuadamente enfocada (como he escrito, hasta los más acendrados enemigos de Azaña y su reforma no osan cuestionar las bases de ésta) pero errónea en sus plazos. Un ministro de defensa socialista, Narcís Serra, haría, medio siglo después, cosas relativamente parecidas (al menos en lo que se refiere a los pases voluntarios a la reserva), pero midiendo los tiempos considerabilísimamente mejor que don Manuel, a quien muchos tienen por político genial pero yo reputo un poco excesivamente pagado de sí mismo, lo cual equivale a decir que le costaba admitir y admitirse que tal vez estaba equivocado tomando tal o cual medida.

Igual que el orden público, igual que la defección revolucionaria a izquierda y derecha del sistema, el problema militar se mostró prácticamente desde el primer momento de existencia de la República, y ya no le abandonó. La República, merced a las reformas tan profundas que comenzó a realizar apenas una semana después de haberse proclamado, se granjeó la oposición de amplias masas de militares, y ya nunca recuperó plenamente su afecto; de hecho, para disponer de cuerpos armados cercanos, tuvo que improvisar unos cuerpos de seguridad, sobre todo los guardias de asalto, que le fuesen afines.

La reforma militar de Azaña, no obstante, se hizo para construir un ejército moderno. Cuando uno lee las críticas de Mola no puede evitar la sensación de notarlas preñadas de cierto tufo a antiguo y a corporativista. Mola carga contra Azaña por considerarlo sectario y, por mucho que en parte pueda tener razón, al hacerlo obvia el principio fundamental de que un ejército no es una realidad propia que se rige por sus propias reglas, sino una institución al servicio de la legalidad constitucional. En eso el general finalmente golpista, pese a las amargas palabras que le dedica a las juntas de defensa, viene a aplicar precisamente la visión de las cosas que éstas propugnaban: dejad a los militares que resuelvan los asuntos de los militares.

Pero Azaña se equivocó. En esto como en tantas cosas, quiso hervir la rana viva echándola a una olla de agua hirviendo. Y, cuando se trata de gobernar, todo el mundo sabe que la única forma de hervir una rana viva es meterla en una olla de agua fría, poner la olla sobre un fuego muy muy suave, y luego ir subiéndolo muy despacio. El gran defecto de este político imperfecto fue considerar que por llevar la razón ante la Historia, los obstáculos habrían de echarse a un lado. De hecho, es justo al revés: cuanta más razón nos da la Historia, más difícil es llevar a cabo lo que pretendemos.

Azaña, por último, cometió un error más. No él sólo, sino el conjunto de los gobiernos republicanos, casi sin excepción. He dicho antes que la proporción buscada era la lógica para cualquier país, es decir un militar por cada cien civiles. Pero eso es así en países donde los civiles no están armados y/o no están usando esas armas para subvertir el orden. A Emilio Castelar, presidente que fue de la I República española, le preguntaron, poco tiempo después del fracaso de aquel ensayo y la vuelta de la monarquía, si seguía siendo republicano. Y contestó: Sí, República, sí; República, siempre. Pero con más Ejército, con más Marina, con más Guardia Civil.

En el fondo, la racionalización, es decir adelgazamiento, de un ejército monárquico, clasista y acostumbrado a intervenir en política, todo ello sin traumas ni enfrentamientos, sólo habría sido posible si dicho ejército hubiese dado por dominada la subversión. Lejos de ello, la República se mostró débil y tornadiza frente a dicha subversión, tanto de las izquierdas cuando gobernaron éstas, como de las derechas cuando llegaron éstas a a mandar. En la España de 1931 a 1933 y de 1936, la violenta oposición cenetista no fue atacada con todo el peso de la ley; en la España del bienio de las derechas, la ultraderecha floreció exenta de obstáculos, lo cual se puede pensar que encantó a los militares, pero no es así porque colaboró para la radicalizar a los viveros de izquierdistas en las Fuerzas Armadas, concentrados sobre todo en el cuerpo de Asalto. Dicho de una manera muy basta, podemos decir, debemos decir, que la intervención del ejército en los destinos políticos de España fue entonces lo que sería ahora: un hecho deleznable; pero lo que no fue es sorpresivo, porque cualquier ejército golpista encontrará la disculpa perfecta para sacar los tanques a la calle en un país en el que los edificios privados son quemados impunemente por alborotadores sin que las fuerzas del orden muevan un dedo; y eso ocurrió cuando la República no tenía ni un mes de vida.

Y el principal defensor de que así fuese, de que así se no-actuase fue, precisamente, el ministro don Manuel Azaña. Azaña, que tuvo mucho poder en aquellos gobiernos republicanos, derrapó demasiadas veces en la misma curva: en la quema de conventos, en las semanas inmediatamente anteriores a Casas Viejas y en el 36, en la escalada de sucesos que culminaría con el asesinato de Calvo-Sotelo. En esas condiciones, su reforma militar, que sobre el papel cabe calificar, a mí me lo parece, de más que bien tirada, se demostró incapaz para evitar, una vez más, el divorcio entre los militares y el pueblo al que pertenecen.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Sobre los móviles

En http://www.fespinal.com/espinal/realitat/pap/pap179.pdf he encontrado este texto. Me voy a permitir el lujo de copiarlo tal y como lo he leído. Os propongo, encarecidamente, su lectura.

Probablemente te hayas sentido bombardeado por la publicidad de teléfonos móviles cada vez más nuevos, más pequeños y con más funciones que seguramente nunca utilizarás. ¿Has podido resistir?
En este escrito te ofrecemos algunas informaciones que a menudo no tenemos en cuenta en nuestras decisiones de consumo.

Están centradas en la microelectrónica como producto, a pesar de que muchas de ellas son generalizables a otros productos. Esperamos que nos ayuden a caminar hacia un consumo más responsable.
¿Cuál es el coste de un móvil? Los orígenes materiales del móvil
Un teléfono móvil estándar pesa unos 100 gramos (batería aparte) y está compuesto por un 40-60% de plásticos, un 20- 40% de metales, y sobre un 20% de materiales.
Su estructura es compleja y contiene entre 500 y 1000 componentes distintos, todos ellos de composición variada.

Entre los compuestos mayoritarios, son destacables las proporciones de cobre (10-20%), de hierro (2-10%) y de aluminio (hasta un 10%) Entre los compuestos minoritarios, es destacable la presencia de elementos como el antimonio (como retardante de llama), tantalio (en la composición de condensadores), berilio, níquel,
cromo, plomo, cadmio, mercurio, arsénico, oro o plata, y de compuestos como PVCs o retardantes de llama bromados1.
La extracción y procesamiento de estas substancias implica un movimiento total de materiales, lo que se conoce como “mochila ecológica”, que se puede estimar en un mínimo de 75 kg. por teléfono móvil. Esta cantidad de material de desperdicio se genera principalmente en la extracción de los metales escasos y de
minería difícil, que forman parte del teléfono móvil.

Por otra parte, se estima que entre el 40% y el 65 % de la energía consumida en el ciclo de vida de un teléfono móvil (sin tener en cuenta los costes energéticos de la estructura de comunicaciones) se consume en la fabricación y transporte del dispositivo. También dominan en dicha fabricación y transporte del móvil los indicadores correspondientes a la destrucción de la capa de ozono y el potencial de toxicidad humana.
Por último, hay que tener presente que algunas substancias utilizadas son recursos caros y escasos, motivo por el cual están relacionadas con diferentes problemáticas y abusos tanto sociales como ambientales. Ejemplos paradigmáticos de ello son la obtención de tantalio y la extracción de oro o petróleo.
A pesar de que los principales exportadores de tantalio son Australia y Canadá, una parte significativa de éste se obtiene en el centro de África, donde se extrae de minerales conocidos por el nombre de coltán. Su explotación en esta región se asocia a la financiación de las guerras existentes entre Rwanda, Burundi, Uganda y la República Democrática del Congo, y a la destrucción de los entornos protegidos del Kahuzi Biega Nacional Park, en donde vive el gorila de montaña.

La minería de oro se encuentra extendida por distintas zonas del mundo, y su extracción a menudo implica la utilización de compuestos de elevada toxicidad, como el mercurio o el cianuro. Sin las medidas de control adecuadas, las emisiones atmosféricas de mercurio y los cauces de aguas residuales con cianuro, son demasiado frecuentes; no hay más que recordar, por ejemplo, el desastre de Baia Mare en el año 2000 o la situación de los garimpeiros en la Amazonia brasileña.

En cuanto al petróleo, los accidentes de petroleros, las guerras del golfo Pérsico o la deforestación y la expulsión de los nativos en la Amazonia ecuatoriana, son conflictos bien conocidos.

¿Debemos cambiarlo? La creación de necesidades como estrategia
En marzo del 2006, las líneas de móviles (y, por lo tanto, el número de teléfonos móviles en circulación) se situaban, en España, en 44,3 millones, superando el propio número de habitantes (44,1 millones).
Este fenómeno se repite en otros países de nuestro entorno. Para el año 2006, las estimaciones de ventas de móviles en
1. Algunas de estas substancias (plomo, mercurio, cadmio, cromo hexavalente, bifenilos policromados y difeniléteres policromados) están restringidas, en la UE, desde julio del 2006 por la entrada en vigor de la directiva RoHS. Esto implica
a) que dispositivos electrónicos introducidos en el mercado anteriormente a esta
fecha pueden contener estas substancias y b) que el contenido de estas substancias en dispositivos electrónicos introducidos con posterioridad, está restringido, de acuerdo con la normativa.
España se sitúan alrededor de los 19,1 millones de unidades. De éstas, la mayoría substituirán a otros teléfonos perfectamente funcionales. Se estima que el 80% de las compras de móviles son renovaciones.

A nivel mundial, los clientes del móvil suman 2,4 miles de millones, y han aumentado en 120 millones, en el segundo trimestre del 2006. Mientras la vida útil de un móvil (batería excluida) se estima en unos diez años, el tiempo medio de utilización se estima entre los 18 y los 30 meses. Este proceso, por el cual el producto deja de ser deseable con el paso del tiempo aunque su funcionalidad no haya cambiado y sus capacidades sigan intactas, recibe el nombre de obsolescencia. Se habla de obsolescencia técnica para indicar que las prestaciones del dispositivo ya han sido superadas; de obsolescencia funcional, para referirse a la aparición de nuevas funcionalidades no soportadas por el dispositivo obsoleto; y de obsolescencia psicológica, cuando el producto deja de ser deseable debido a cambios en la moda y en los estilos sociales propiciados y estimulados por el marketing y la publicidad.

A pesar de que una parte de esta obsolescencia y renovación excesivas es atribuible a los usuarios finales, cabe destacar algunas prácticas comerciales que favorecen este consumo desmesurado.
Una primera vía es la presión publicitaria, combinada con los cambios estéticos, el desarrollo de modas y la introducción gradual y continua de nuevas funcionalidades a un ritmo que responde más a intereses de marketing que a limitaciones técnicas.
Una segunda práctica que propicia el cambio de teléfonos es su bajo coste económico para el consumidor. El hecho de que los aparatos estén altamente subvencionados –ya sea a través de regalos o rebajas en programas de fidelización, de reembolso del coste en llamadas u ofertas en la formalización de los nuevos contratos– hace que el ciudadano tenga dificultades para percibir los costes materiales, sociales y ambientales de su consumo.

Una tercera dificultad con que se enfrenta el consumidor responsable es el anclaje de los aparatos en las distintas compañías de telefonía, de forma que el cambio de compañía de servicio suele implicar cambiar el equipo electrónico.
Por último, dificultan también la reutilización de los equipos electrónicos el relativo elevado coste de compra de componentes como transformadores o baterías, la baja compatibilidad de los componentes entre los distintos teléfonos (¿por qué deben ser distintos todos los cargadores?) y la imposibilidad de actualizar los programarios para adaptar los equipos a nuevas funcionalidades.

¿Y el otro? El problema de los residuos electrónicos
Se estima que, entre Estados y Europa, se tiran anualmente 235 millones de móviles. De éstos, son reciclados menos de un 10%. Con lo cual se incrementa el inmenso problema de los residuos electrónicos.
Se estima que en el mundo se producen anualmente entre 20 y 50 millones de toneladas de residuos eléctricos y electrónicos. Estos residuos presentan dos características que los convierten en claramente preocupantes: su volumen y su toxicidad. Los residuos electrónicos suponen, en la Unión Europea, 14 kg. por persona y año, o un total de 6,5 millones de toneladas anuales. Esta partida de material de desperdicio es la de mayor crecimiento, estimándose en un 8% anual.

La toxicidad de los residuos electrónicos es el principal problema de cara a su destino final. Si se llevan a un vertedor, pueden liberar metales pesados y otros compuestos tóxicos en los cauces fluviales y en las aguas subterráneas. Si se incineran, la presencia de PVC, compuestos aromáticos policromados y metales volátiles, puede provocar la emisión, en la atmósfera, de tóxicos altamente peligrosos.

El reciclaje, por otro lado, es difícil y costoso, dada la complejidad y elevada compactación de los dispositivos electrónicos, en general, y de los teléfonos móviles en particular. Apesar de que existen procesos capaces de reciclar hasta 17 metales distintos de los residuos de la telefonía móvil, el coste económico resulta mucho menor transportándolos a los países pobres para su revaloración.

De este modo, una parte importante de estos residuos son enviados a países pobres para su reutilización, reparación, reciclaje o simplemente vertido. Se estima que alrededor de la mitad de los materiales enviados para su reparación o reutilización acaban vertiéndose, ya que su aprovechamiento no resulta posible ni rentable. Se han localizado vertedores de residuos electrónicos provenientes de Europa, de Estados Unidos o de Japón, en lugares tan dispares como Guiyu (China), Karachi (Paquistán) y Lagos (Nigeria).

Además de los vertidos, en algunos de estos lugares se llevan a cabo prácticas de reutilización de metales de elevado riesgo para la salud y el medio ambiente, sin las mínimas medidas de control y de seguridad. Y así, algunos residuos son quemados para la recuperación del plomo, hierro, cobre u otros metales; otros son tratados con soluciones ácidas para la recuperación del oro, o simplemente rotos para la recuperación del cobre; en todos los casos, esto facilita la liberación de más tóxicos en el ambiente.

Diferentes análisis, en las regiones donde se llevan a cabo estas prácticas de reciclaje, han dado resultados, en agua y en suelo, con concentraciones más de 100 veces más elevadas que los valores recomendados por agencias internacionales y gubernamentales tales como la Organización Mundial de la Salud o la EPA estadounidense.

Reflexión final
El mejor camino para el mantenimiento de nuestro mundo es reducir nuestro consumo y apoyar prácticas de consumo y utilización responsable de los recursos disponibles. Esperemos que las ideas aquí recogidas en forma breve, no sólo nos hagan pensar dos veces nuestro cambio de móvil, sino también todo cuanto esté relacionado con nuestro consumo (independientemente del coste económico inmediato para nuestros bolsillos).
Jordi Cuadros, Albert Florensa, Joaquim Menacho
Miembros de Cristianisme i Justícia
Institut Químic de Sarrià,Universitat Ramon LLull
Imprime: Edicions Rondas S.L. - ISSN 1135-7584 - D. L. B-45397-95