sábado, 24 de diciembre de 2016

La regeneración "desde arriba"


A raíz de la pérdida de las últimas colonias ultramarinas, y de la necesidad de replantear el sistema colonial español, en un momento en el que la expansión colonial era un hecho entre las potencias europeas de la época, el sistema liberal-conservador (o doctrinario) de la Restauración iba a necesitar una reforma. Esta reforma iba a venir de la mano de los regeneracionistas que, desde diferentes posturas, trataron de reformar el sistema para modernizarlo, pero sin cuestionar las bases fundamentales del mismo. 

Así pues, el período que transcurre entre 1902 (la llegada al trono de Alfonso XIII) y 1914, se caracterizó por varios intentos de reformar el sistema desde arriba, es decir, desde el mismo poder.  

El regeneracionismo, por su parte, en realidad no se inició en 1898, sino que venía desde antes, desde que Valentí Almirall publicase, en 1885, un libro que inició la tradición del intelectual comprometido con su país. Tras 1898, eso sí, la sociedad participó de este espíritu de reflexión y reforma a consecuencia de la pérdida de las colonias. Por tanto,  era necesario sanear la política, la economía, desechar el analfabetismo y conseguir un catolicismo auténtico, alejado de las supersticiones de épocas anteriores. 

Regeneracionistas en uno u otro sentido, lo fueron todos los españoles del reinado de Alfonso XIII, desde el rey hasta algunos republicanos que conspiraron contra él. Existía la urgencia por conseguir una transformación del país. No había unanimidad en los medios para conseguirlo ni tampoco en el resultado final de esa transformación.
¿Qué define el término “regeneracionista”? El tránsito al siglo XX, la primera etapa del reinado de Alfonso XIII, la dictadura de Primo Rivera, ciertos dirigentes republicanos de los años 30 (Azaña), divisiones de la derecha franquista.

El regeneracionismo de Alfonso XIII
El inicio de la época regeneracionista coincide con el advenimiento al trono en mayo de 1902 de Alfonso XIII. 


Pese a no ser un monarca culto e intelectual, Alfonso XIII, era inteligente y agudo. Y esta agudeza la dedicó a tratar de equilibrar un sistema político que descansaba en el papel de árbitro del Rey entre dos fuerzas que, en aquellos momentos, estaban fragmentadas y sumidas en luchas internas por su jefatura, y que, además, empezaban a chocar entre ellas. 
Por otra parte, estaba la cuestión del apartamiento del ejército de la política, aunque la restauración borbónica se produjo por una intervención militar. Por ello, el general que se pronunció, Martínez Campos, fue consultado en todas las crisis de la Restauración. Había además una tradición de intervencionismo político de los militares, presente aún en las últimas conspiraciones republicanas. Ahora bien, al rey le correspondía, según la ley fundamental, sólo el mando supremo del ejército y los nombramientos necesitaban su aprobación previa y directa. El monarca, al tomar el mando del ejército, no necesitaba ser refrendado por ningún ministro. Debía tener un comportamiento muy especial con la oficialidad.
Tras la muerte de Cánovas, este partido fue dirigido inicialmente por Silvela, que en principio sólo había logrado el apoyo de la aristocracia, pero luego se convirtió en el representante de los sectores que propiciaban un acercamiento a las masas católicas, que, hasta ese momento, no se habían introducido en la política. 


José Canalejas y el regeneracionismo liberal

También contó con el catalanista Durán i Bas y con el general Polavieja, un regeneracionista interesado en la reforma militar y en el recurso a la Iglesia. por lo que su regeneracionismo era muy conservador. Pero Polavieja se encontró con que su regeneracionismo militar se enfrentaba con que Fernández Villaverde quería llegar a una nivelación presupuestaria, por lo que su reforma quedó en nada. 
Dichas normas encontraron una fuerte resistencia en una parte de la burguesía catalana.
Sin embargo, muere y sus sucesores se disputan la jefatura del mismo, en una lucha en la que se discutía la  incorporación de un programa anticlerical que sería clave en la política española durante 15 años y que tuvo como consecuencia inmediata la división del partido, y la cuestión de la política económica.
Su gobierno duró de julio a diciembre de 1903. Antonio Maura, que contó con la práctica unanimidad del partido, tomó la dirección del partido conservador y de la presidencia del Consejo de Ministros. T
El problema principal nacía de la presencia y la actuación de las órdenes religiosas que a diferencia del clero secular que estaba descendiendo en número de miembros, había crecido muy significativamente durante la Restauración. Las órdenes contribuyeron a la vertebración de la Iglesia y la proporcionó capacidad de renovación y formación; pero esto hizo que hubiera reticencias de una parte de la sociedad. La razón estaba en la conexión entre algunas de ellas y los medios de la alta burguesía enriquecida, como la conexión de los jesuitas con el Marqués de Comillas.
Como consecuencia, catalanistas y republicanos se opusieron con fuerza y se unieron en Solidaridad Catalana. Moret solicitó del rey la disolución de las Cortes justificándolo con la enunciación de un amplio programa que incluía desde la libertad de cultos hasta la reforma del Senado. El rey rechazó la idea porque en el seno del propio partido del presidente, no estaban de acuerdo con Moret.
Durante los 5 primeros años del reinado de Alfonso XIII lo más característico fue la inestabilidad que facilitaba la intervención real pero no era exclusivamente provocada por el monarca.
En los orígenes del catalanismo hubo un componente tradicionalista y otro federal. La defensa de unos intereses económicos y el arraigo de una cultura renacida. El factor económico-social y el cultural jugaron una función previa a la implantación del catalanismo como fuerza política. Alcanzó la mayoría de edad durante el gobierno de Silvela. En Barcelona el general Polavieja consiguió un apoyo como no tuvo en el resto de la Península, las grandes familias industriales de la región nutrieron las filas de lo que luego sería la Unió Regionalista, adherida a los manifiestos del general.
Recordemos que el sistema constitucional español no era una monarquía democrática, sino una monarquía doctrinaria en que el poder legislativo le correspondía a las Cortes con el rey y éste, en teoría podía nombrar y separar libremente a sus ministros. Es decir, se trataba de un sistema en el que la soberanía estaba compartida, y la separación de poderes no era tan nítida como ocurre en el caso de una monarquía parlamentaria. Por este motivo, Alfonso XIII, consciente de sus facultades constitucionales, que estaban recogidas en la Constitución de 1876, decidió participar claramente en el sistema. 

Como sabemos, el diseñador de la Restauración monárquica fue Antonio Cánovas, quien partió de la idea de que la monarquía era algo anterior a la soberanía nacional, de tal manera que nada era posible ni legítimo sin el concurso de su voluntad. Por ello, el texto constitucional confería al rey extensas atribuciones. Como consecuencia, los políticos que deseaban encabezar un gobierno recurrían a él, mientras que en un sistema democrático deberían hacerlo al electorado (la doble confianza).  


No se puede decir que el ejército jugara un papel predominante en la época regeneracionista, ni el rey tenía esa intención. No obstante, Alfonso XIII se consideraba, principalmente, un militar, y las medidas autoritarias no le parecían demasiado inoportunas. Por ello, cuando en septiembre de 1923 el teniente general Primo de Rivera se sublevó en Barcelona en contra del Gobierno, el rey no le paró. 
Hay que destacar también la intervención del monarca en las relaciones internacionales, ya que era pariente de la mayor parte de los monarcas europeos. Además, la inestabilidad gubernamental provocaba que él mantuviese una relación más constante con los embajadores extranjeros en España. Y con los representantes de nuestro país en el exterior. Así pues, podemos decir que Alfonso XIII no lo hizo mal si juzgamos el destino de la monarquía española en el contexto de le Europa de su tiempo.
Cuando llegó al trono Alfonso XIII, España estaba pasando por la 1ª experiencia regeneracionista, que tuvo como protagonista al partido conservador. En noviembre de 1898, Joaquín Costa reclamó  una reestructuración del sistema de partidos. En concreto, defendió sus sustitución por otras fuerzas políticas que estuviesen exentas del juego de los caciques
La iniciativa de Costa coincidió con la puesta en marca de un movimiento similar por Basilio Paraíso, organizador de un movimiento de la Cámaras de Comercio, que nacía de la angustia de las clases medias campesinas ante la situaciñón política y económica. La protesta comenzó con la formación de una liga de productores que se negó a pagar impuestos y que principios de 1900 se agruparon en un partido: la Unión Nacional pero que sólo duró unos meses. Joaquín Costa quedó aislado y evolucionó hacia el republicanismo radical. Decía que sólo con el triunfo de la República sería posible una verdadera regeneración en España en un sentido democrático. 
Las fórmulas regeneracionistas desde arriba se manifestaron en la actuación de los partidos de turno, principalmente en el conservador. 
Su programa pretendía la reforma del partido y su proyección hacia el futuro, integrando los intereses mercantiles, regionalistas y regeneracionistas, mediante una política anticaciquil, reformadora de la Administración. y que movilizara a la opinión pública a la que suponía que era de ideología conservadora, pero no prescindió del caciquismo como sistema para conseguir una mayoría cómoda para poder gobernar. Con dicho programa Silvela consiguió la jefatura del partido conservador.
El rey chocaba con Silvela y además el partido se dividía. En 1903 dimitió Fernández Villaverde y a Maura se le acusaba de no haber actuado a favor del encasillado monárquico como era habitual. Maura dimitió y poco después se retiró Silvela, tras una crisis que se llamó “oriental”.


El período de Maura
Como consecuencia, los liberales empezaron a posicionarse en su contra, rompiendo  así uno de los pilares del sistema que era la convivencia entre unos y otros. 

EL CATOLICISMO EN LAS SOCIEDADES y EN LA POLÍTICA
Silvela llegó al poder en marzo de 1899, proponiendo un programa de regeneración de talante conservador. 

En lo político, su idea era combatir el caciquismo por medio de la descentralización política y la reforma de la administración local; en lo económico, con la nivelación presupuestaria (gracias a la ayuda de Fernández Villaverde) y fomentando los intereses productivos; en lo social, con la puesta en práctica de las primeras medidas de reforma social por la influencia de la doctrina social católica de León XIII, y, en la cuestión religiosa, con el mantenimiento de las buenas relaciones con el Vaticano.
Entre sus ministros, Pidal representaba la política de vinculación con Roma; Fernández Villaverde pretendía un programa hacendístico de nivelación presupuestaria y Eduardo Dato quería introducir la legislación protectora del obrero, aunque siempre desde un punto de vista paternalista. 
Durán i Bas, otro de los pilares de Silvela, dimitió porque los propósitos descentralizadores no se concretaban y porque el programa hacendístico de Fernández Villaverde chocó con los intereses de la alta burguesía catalana.
Eduardo Dato, el otro punto de apoyo, se dedicó a promover la reforma social en 3 vertientes: una ley de accidentes de trabajo; regulación del trabajo de mujeres y niños (regulándolo para controlarlo, lo cual no había ocurrido hasta ese momento) y el descanso dominical (aprobado en 1904). 

En 1901 subió al poder el Partido Liberal. Alfonso XIII comenzó su reinado gobernando con este partido (1902). Sagasta que presidió este gabinete, no era un político regeneracionista, pero era necesario porque había conseguido mantener unido a un partido liberal que se denominaba fusionista. 

En diciembre de 1902 Silvela volvió al poder incorporando un grupo del partido liberal que había ido evolucionando desde el proteccionismo de los liberales del XIX (era el ala de Germán Gamazo) al conservadurismo y que ahora lo dirigía Antonio Maura, con quien se iba a disputar la jefatura de los conservadores. 

De este modo se planteaba un problema de jefatura en el partido conservador que se debatiría durante unos años, sin aclararse. Fue llamado a gobernar Fernández Villaverde dentro del turno que le tocaba a los conservadores. 
La situación de la Hacienda Pública era catastrófica. El peso de la deuda, duplicada desde el desastre del 98 hizo que Fernández Villaverde se dedicara a reducirla con procedimientos poco ortodoxos. Además la reforma fiscal paralela fue en realidad muy modesta, por lo que se siguió contando con un sistema basado en los consumos.  
Se enfrentó con la izquierda (y con los liberales) por el problema religioso. En junio de 1904 el gobierno conservador entabló negociaciones con Roma para tratar del statu quo de las órdenes religiosas. También tuvo que enfrentarse con la prensa de izquierdas y no pudo ser aprobada en las Cortes una reforma de la Administración local, que pretendía. Una discrepancia con el rey, respecto al nombramiento de un alto cargo militar, pero sobre todo la división de los conservadores, provocaron su caída.
En diciembre de 1904, sólo 40 días, le sucedió Alzárraga y a principios de 1905 volvió al poder Fernández Villaverde. En sólo dos años había habido 4 presidentes, 5 crisis y 66 ministros.

Turno de los liberales: problemas clericales y militares


La situación de los liberales, tras la muerte de Sagasta, era en 1905 parecida a la de los conservadores: de desunión. Entre los liberales destacan el conde de Romanones y Canalejas, que se disputaron el liderazgo del partido, sobre todo a raíz de la cuestión de la Iglesia, ya que Canalejas trataba de controlar las instituciones eclesiásticas mediante la limitación de las órdenes religiosas. 
Otra cuestión decisiva era la de las enseñanzas. Las doctrinas que se enseñaban en los centros religiosos eran a veces contrarias al liberalismo. La cuestión religiosa se centró en los problemas educativos y en la posible limitación de las órdenes religiosas y estuvo presente en la lucha política de la etapa anterior a la I Guerra Mundial.
La cuestión clerical se mezcló con la lucha por la jefatura del partido liberal. En primer lugar, estaba en el poder de Montero Ríos a quien cedió el puesto Moret, aunque ni éste ni Canalejas habían aceptado su liderazgo, con lo que desde el principio se creaba una división, aunque el partido no se terminaba de romper.
El ejército era el segundo problema. Tras la derrota de la guerra colonial empezaba a tener dificultades materiales: de las 55 mil bajas sufridas en Cuba, sólo algo más de 2000 lo fueron en combate, siendo el resto debido a enfermedades. 

La formación era deplorable y en los primeros años del XX se hizo un esfuerzo en dotar de artillería al Ejército, pero, como se trataba de un país con muy escaso tejido industrial, el nivel al que se llegó fue la mitad del ejército francés. Así pues, 13 años después de la 1ª Guerra Mundial, los españoles carecían de cascos de acero. 

Todo ello tenía como origen la existencia de un nº de oficiales muy superior a los efectivos existentes. Había 500 generales, y 25000 oficiales para unos efectivos de 80-100000 hombres. Con la disminución de puestos provocada por la desaparición de las colonias, una buena parte de esos oficiales no tendrían nunca donde ejercer su función. De 1898 a 1909 hubo 20 cambios ministeriales en la cartera de Guerra.

Una segunda causa estaba relacionada con el sistema económico y con las condiciones tan ventajosas que habían tenido las desamortizaciones para una burguesía adinerada, que prefería invertir en tierras a invertir en ferrocarriles, por aportar un ejemplo. 
En esta situación es normal que se produzca una vuelta parcial del Ejército a la política y esta intervención fue fundamentalmente reactiva. En los nacionalismos periféricos que surgían, el ejército como colectivo vio la reproducción del independentismo cubano o filipino. Montero Ríos quiso acudir a la declaración del estado de guerra, pero a ello se negaron sus adversarios del partido Liberal; no existía unanimidad en la clase política dirigente por lo que era prácticamente imposible enfrentarse a los militares e incluso los guardias civiles del Congreso parecían dispuestos si se producía el golpe, a plegarse al él. El presidente del gobierno dimitió.
En diciembre de 1905 Moret sustituyó a Montero Ríos. A estas alturas muchos de los principios en que había basado su pensamiento como el librecambismo, parecían ir en contra de la tendencia general, pero recordemos que Moret era de madre inglesa, por lo que este principio pudo pesar en su pensamiento librecambista. 

Sobre la cuestión militar, Moret aceptó la herencia de Montero para intentar salir cuanto antes del conflicto militar, aceptando las cesiones que se le pidieran. No sólo castigó la insubordinación de los oficiales que habían tomado la justicia por su mano, sino que además entregó el Mº de la Guerra al General Luque, que se había identificado con la protesta barcelonesa.
La ley de Jurisdicciones fue aprobada en marzo de 1906. a partir de ese momento, el Ejército se convertía en monopolizador del patriotismo, mientras que no todas las clases sociales estaban obligadas al servicio militar, dada la posibilidad de la redención económica del mismo.
En julio de 1906 el general López Domínguez sustituyó a Moret con un programa inspirado por el propio Canalejas por centrarse en el problema clerical; el conde de Romanones derogó una disposición conservadora por la que se exigía la condición de no católico probada para contraer matrimonio civil.
El último intento del gobierno liberal le correspondió al marqués de Vega de Armijo en diciembre de 1906. 

Cataluña fue la única zona que logró la independencia electoral respecto del encasillado hecho en Madrid. 
La Lliga Regionalista, creada en 1901, acogió a los antiguos polaviejistas, pero en ella jugó un papel más decisivo otro sector que se había llamado Centre Nacional Català, y que estaba formado por intelectuales procedentes del Ateneo, profesionales y miembros de una generación juvenil con una formación catalanistas, pero que pronto tomaron una postura pragmática, capaz de conformarse con el regionalismo, siempre que éste permitiera dar satisfacción y cauce a las reivindicaciones de Cataluña.
El catalanismo derrotó al sistema del encasillado en las elecciones de 1901. Desde entonces la capital catalana y luego toda la región no seguirían ya las sugerencias de Madrid respecto a los resultados electorales. El catalanismo pactó con sectores de la política catalana sobre los que podía ejercer la hegemonía doctrinal y práctica, lo hizo en primer lugar con unos carlistas y luego con unos monárquicos. 
En las elecciones de 1907, Solidaridad Catalana que agrupó contra el sistema del turno a todos los partidos de implantación regional, desde carlistas a republicanos, logró un gran triunfo en todos los distritos electorales catalanes. Desde ese momento, el catalanismo no sólo fue un hecho barcelonés, sino catalán. Pero la victoria de Solidaridad Catalana no puede atribuirse sólo a los regionalistas; sus victorias electorales estuvieron siempre amenazadas por la existencia del republicanismo radical y un catalanismo de izquierdas.
Gran parte de las victorias de la Lliga fueron consecuencia de un equipo dirigente compacto y eficaz. Enrique Prat de la Riba era ideólogo. Cambó fue el que intervino en la política nacional española transformando sus presupuestos esenciales. Puig y Cadafalch se ocupó de las instituciones culturales de la región y Durán y Ventosa fue el responsable de la actuación de los concejales de la Lliga en el Ayuntamiento barcelonés.
La doctrina de la Lliga era conservadora desde el punto de vista social, aunque no era un grupo reaccionario sino un partido de centro-derecha que por su organización y manera de actuar representaba una verdadera modernización de la vida pública española. De hecho, la Lliga aceptaba plenamente el liberalismo parlamentario y la democracia política. 

También tuvo sus limitaciones, como ser incapaz de atraerse a los medios obreros catalanes, incluso sus repetidos triunfos electorales en Barcelona los logró con menos de ¼ parte del electorado. En el catalanismo de izquierdas hubo no sólo una voluntad de acercamiento al mundo proletario sino también una atracción hacia los intelectuales.
En 1904 apareció “El Poble Català”, en 1906 esa misma izquierda catalanista creó el “Centre Nacionalista Republicà” y en 1910 “La Unió Federal Nacionalista Republicana”. Era el catalanismo de izquierdas.
En 1910 Prat de la Riba fue elegido por 3ª vez como presidente de la Diputación de Barcelona y en 1911 se comenzaron los trámites para la creación de la Mancomunidad que llevó a cabo una obra importante, sobre todo en materia educativa y en obras públicas y fue expresión de la capacidad de la Lliga para estar en la vanguardia del catalanismo.
El republicanismo era ya una fuerza política en los comienzos de la Restauración. A principios de siglo, importantes intelectuales se vincularon al movimiento republicano (Costa y Pérez Galdós) y en los núcleos urbanos las votaciones republicanas siguieron siendo nutridas hasta dar la sensación de poner en peligro las instituciones monárquicas.
En el republicanismo se daban ideologías contrapuestas. En la izquierda, el partido federal de Pi i Margall. El centro, el republicanismo unitario de Ruiz Zorrilla que confiaba en los pronunciamientos militares para derrocar a la monarquía. La derecha era partidaria de la actuación exclusivamente legal: su ideario era la herencia de la revolución de 1868 y su jefe era Salmerón.
Tras el desastre del 98, los republicanos se unieron y se convirtieron en 1900 en la Unión Nacional Republicana, con ello el republicanismo obtuvo excelentes resultados electorales en 1901 y 1903, convirtiéndose Salmerón en el jefe de todo el partido. 
El federalismo ya antes había sido elemento de desunión en la I República y era en regiones como Cataluña en las que se planteaban las reivindicaciones nacionalistas donde el republicanismo obtenía sus mejores resultados electorales. Desde 1905 el federalismo catalán se independizó del resto.
En 1906 la Solidaridad Catalana agrupó en una protesta general de toda Cataluña a republicanos de esta región con la extrema derecha. La jefatura de Salmerón fue de nuevo discutida, por lo que tuvo que dimitir. Le sustituyó Gumersindo de Azcárate
El republicanismo se caracterizaba por un tibio programa social, pero por una retórica antimonárquica y anticlerical. 
El prototipo de este republicanismo es Alejandro Lerroux. Era totalmente anticlerical.
En Valencia el republicanismo de izquierdas está vinculado a Blasco Ibáñez y tiene muchos puntos en común con el lerrouxismo barcelonés. 

De la iniciativa del grupo parlamentario republicano surgió la unión republicano-socialista que consiguió la elección de Iglesias por Madrid en 1910.
Con ocasión de la protesta por la actuación de Maura en la Semana Trágica, un sector del republicanismo, al que se llamó gubernamental, parecía estar dispuesto a colaborar con Moret.
Melquíades Álvarez fue el principal inspirador del nuevo grupo que pasó a denominarse reformista y que reanudaba la tradición del posibilismo de Castelar. Este partido reformista despertó gran interés en los medios intelectuales desde Ortega a Azaña. Su programa era semejante al del liberalismo radical inglés: soberanía del poder civil, secularización del Estado (matrimonio civil, supresión del impuesto del clero y separación Iglesia-Estado) y reforma social. Pero la 1ª consecuencia de la aparición del reformismo no fue potenciar las posibilidades republicanas, sino arruinar la conjunción republicano-socialista; la campaña electoral de 1914 produjo un enfrentamiento entre los dos sectores del ala izquierda.
Maura llega al poder en enero de 1907, por las muertes de Romero Robledo y Fernández Villaverde. 

Lo que caracterizó su gobierno de 1907 a 1909 fue la solidez de la mayoría que le apoyaba. Partía de la conciencia de que el sistema político de la Restauración carecía de verdadero apoyo popular.¡
Una de las primeras actuaciones de Maura consistió en imponer por la fuerza de la Guardia Civil, la entrada en Valencia de su arzobispo, el arzobispo Nozaleda, a la que se oponían los republicanos locales. Otra prueba del carácter derechista del gobierno de Maura fueron sus relaciones de compenetración con los medios clericales. 
Por parte de Alfonso XIII tampoco mantuvo el intervencionismo que le había caracterizado en la vida pública anterior. Fue un período de gran producción legislativa, cuya influencia resultaría perdurable hasta el punto de que en 1909 habían sido aprobadas 264 disposiciones. Las de carácter económico y social supusieron un giro no sólo hacia el proteccionismo, sino también hacia el nacionalismo económico. 

Se dictó la Ley de Protección a la industrial nacional, con la que el Estado estimulaba la industria nacional aunque fuera en el terreno militar. En 1909 se aprobó una ley de fomento de las industrias y comunicaciones marítimas que estimuló la siderurgia. Las medidas de desgravación del vino o la regulación del mercado de azúcar tenían el mismo propósito de fomento de la industria nacional.
También hubo medidas de carácter social como la ley de colonización interior, las de emigración, sindicatos agrícolas, creación del Instituto Nacional de Previsión, tribunales industriales, que tuvieron un carácter modernizador.
Lo principal de Maura era su propósito regeneracionista que no sólo era una transformación del funcionamiento de la Administración sino también en ponerla en contacto con la masa neutra. 

Como ministro de la Gobernación, De la Cierva reorganizó la policía y persiguió en bandolerismo. 

Hubo otras medidas de carácter político: la reforma electoral de 1907 que fue la única desde que se introdujo el sufragio universal hasta la dictadura de Primo de Rivera. Novedades como el voto obligatorio, la regulación de la composición de las Juntas del Censo Electoral para que actuaran de forma imparcial, la determinación de la validez de las actas con intervención del Tribunal Supremo y la proclamación automática del candidato que careciera de contrincante. 

Esta legislación mostraba el componente liberal de los propósitos de Maura, pero su proyecto de Ley de Terrorismo daba cuenta de su vertiente autoritaria y por ello renunció a su aprobación lo que levantó suspicacias en los liberales, porque para él resultaba más decisiva la aprobación de una nueva Ley de Administración Local.
La tesis de Maura típicamente regeneracionista era el afirmar que el despertar de la masa neutra debía empezar por el municipio; sólo evitando la intervención excesiva de la Admón. central se lograría la regeneración del sistema político. La reforma consistía en una considerable ampliación de la autonomía municipal. Tuvo gran oposición. En la discusión en las Cortes, Maura había hecho todo lo posible por evitar el triunfo de Solidaridad Catalana; él no admitía el reconocimiento de cualquier tipo de personalidad regional que supusiera hacer jirones la Patria. Sin embargo, el hecho de que en la práctica, pese a la existencia de un republicanismo catalanista, fuera Cambó, quien ejerciera el liderazgo parlamentario de Solidaridad, facilitó un acercamiento. El presidente actuó con una manifiesta voluntad de transacción y aceptó enmiendas que de hecho favorecían una germinal autonomía catalana. Maura había sido acusado en 2 ocasiones de corrupción administrativa y la mayor parte de la prensa estaba contra el.
Todo cambió con motivo de los sucesos de Barcelona. La situación en Barcelona era explosiva por el problema social, la protesta nacionalista, el republicanismo modernizador, pero demagógico de Lerroux, la ineficacia policial y la propaganda anarquista.
Un problema en Melilla tuvo como consecuencia la necesidad de solicitar refuerzos a la Península y recurrir a la 3ª brigada y en ella figuraban reservistas catalanes de edad, profesionales y con familias dependientes de ellos. Nadie entendía esa decisión y todas las fuerzas políticas catalanas solicitaron del gobierno que se retractara de esas medidas. El embarque de las tropas dio lugar a escenas que desembocaron en una enorme iracundia anticlerical. Esta se concentró en un movimiento acaudillado por un comité de huelga del que formaron parte los grupos políticos de izquierda. El 26 de julio se produjo la huelga general que en un principio fue pacífica y unánime. El gobierno civil dimitió. De la Cierva mintió conscientemente al describir lo sucedido como si se tratara del resultado de un movimiento nacionalista.
Surgieron violentos incidentes cuando los huelguistas empezaron a atacar a los tranvías que seguían funcionando. De ahí se pasó a ataque e incendios de los edificios religiosos aunque en ellos tomaron parte los jóvenes dirigentes del republicanismo radical. Los sectores de clase media pasaron de la aceptación de la protesta al terror. Hay que decir que no sólo no hubo un programa de acción ni unos propósitos precisos, sino tampoco panfletos o proclamas que definieran lo que pretendían quienes dominaban las calles. El movimiento se colapsó por sí mismo.
La represión fue brutal. Más de mil personas fueron arrestadas y 17 condenadas a muerte; todas ellas sometidas a los tribunales militares, al final ejecutaron a 5. La figura más conocida de ellas fue Francisco Ferrer Guardia, cuya muerte levantó indignación en los medios de la izquierda liberal europea.
Sin embargo, Ferrer era un personaje mediocre, fanático y bastante simple cuyas escuelas practicaban una enseñanza anticlerical. Parece que esta relacionado con los medios anarquistas.
Los errores del gobierno de Maura en este caso fueron graves, pues no sólo hizo mal a recurrir a los reservistas, sino que dejó a Barcelona con una guarnición militar insuficiente y con poca moral. Con la ejecución de Ferrer (en contra de la opinión de algunos conservadores), no sólo se cometió un error jurídico, sino también político. La responsabilidad principal era de Juan de la Cierva.
Lo sucedido deterioró el propio sistema político de la Restauración. Moret por la represión realizada solicitó la dimisión del gobierno de Maura. Afirmó que la mayoría conservadora había sido modélica, pero tenía que prescindir de Maura y de su ministro de gobernación. Cuando se producía una discrepancia tan grave entre los dos partidos de turno, resultaba imprescindible la intervención del rey. Alfonso XIII acabó por aceptar una dimisión de Maura que no había llegado a presentar verdaderamente.
A Maura le sucedió Moret y a éste Canalejas, en febrero de 1910. Era como Maura, un regeneracionista, pero estaba por encima de los inmediatos dirigentes del partido que dirigía. Con él, los liberales encontraron un verdadero jefe. Tenía el sentido de la realidad y un idealismo sincero y algunos dirigentes del republicanismo como Morote, acabaron integrándose en su partido. Tuvo problemas repetidos y graves con el orden público. Los conflictos se explican por la vertebración del movimiento obrero, sobre todo del anarquista y por las esperanzas de implantación del régimen republicano. A veces las huelgas sólo fueron laborales, pero otras tenían gran repercusión sobre la vida política al tratarse de los servicios públicos, como los ferrocarriles. En este caso, Canalejas recurrió a la militarización (sucesos de Cullera).
También la proclamación de la república en Portugal tuvo importantes repercusiones en España. Ambos países establecieron una cooperación de defensa de los respectivos tronos, pero cuando se proclamó la república en Portugal sólo se prestó una ayuda indirecta, política y material a los conspiradores monárquicos portugueses.
Dos cuestiones que resolvió Canalejas fueron 1ª del impuesto de consumos y el servicio militar. El impuesto gravaba los productos de 1ª necesidad así que el ministro de Hacienda presentó un proyecto para su sustitución que originó el enojo de los medios acomodados. Canalejas luchó por la ley de reclutamiento, aunque el cambio no fue grande.
Otras dos grandes cuestiones políticas de esta etapa fueron las Mancomunidades provinciales y el tratamiento que se dio al problema clerical. Con respecto a la Admón. regional y local, se había mostrado hasta entonces centralista, pero había cambiado porque se dio cuenta que no podía decepcionar a los catalanes. En la cuestión religiosa estaba preocupado por la formación intelectual del clero y pensaba que el Concordato era responsable de la situación de la Iglesia en España, porque el tener que recibir sus sueldos del gobierno hacía a los clérigos indolentes. El objetivo de Canalejas era el de una separación amistosa. El Vaticano trató de emplear una estrategia dilatoria. De este modo se llegó a la ruptura entre los dos poderes.
En junio de 1910 se levantó contra él una campaña en los medios clericales y ese mismo año fue aprobada la Ley del Candado, que era una disposición provisional y temporal para impedir durante 2 años el establecimiento de nuevas órdenes religiosas sin autorización. El fallo fue que se aceptó una enmienda de acuerdo a la cual, la ley perdería su vigencia si al acabar estos 2 años no se había aprobado una ley en la que quedara resuelta la cuestión. En realidad, esta ley llegó a ser presentada, pero no fue aprobada y la cuestión clerical no encontró una solución. En noviembre de 1912, Canalejas fue asesinado en la Puerta del Sol.
Con algunos matices podemos decir que Maura y Canalejas tenían el mismo propósito, aunque fuera con programas diferentes. Trataban de que el sistema político vigente fuera transformado desde su cúspide por quienes desempeñaban la jefatura del partido liberal y conservador. Era la regeneración desde arriba. 
El partido liberal se había caracterizado siempre por basarse en la conveniencia de cliente, las regionales; ahora, a la muerte de Canalejas, el contenido ideológico del partido se hizo cada vez más tenue. 

El conde de Romanones sustituyó a Canalejas. La cuestión era saber hasta qué punto debía restablecerse el turno con un nuevo acceso de los conservadores al poder. El rey había mantenido de momento a los liberales porque el partido parecía unido con el programa implantado por Canalejas. 

Sin embargo, Maura reaccionó con violencia ante el rey y ante los liberales, cuando no se le permitió acceder al poder. No admitía la función moderadora y arbitral del monarca sin que se hubiera producido una alteración del sistema político que permitiera asegurar que él tenía la mayoría de la opinión a su favor. La intervención de Maura hizo que arreciara contra él la opinión liberal y muchos conservadores empezaron a sentirse incómodos con su jefatura. Ya en 1911 Eduardo Dato había marcado distancias con él, porque él sí que aceptaba el sistema del turnismo. 
Pero la división definitiva del partido conservador no se produciría hasta después de la división del liberal, cuyos motivos fueron más prosaicos. Romanones, en su 1ª etapa de gobierno no pasó de ser el sucesor de Canalejas, utilizando su programa; pero le faltó la fuerza y autoridad de aquél en su propio partido, porque a diferencia de él, le interesaba mucho más llegar a la presidencia que ejercerla. Prolongó la ley del Candado; presentó el proyecto relativo a la creación de Mancomunidades provinciales en el Senado (que Canalejas dejó sin acabar), pero su defensa del mismo en la Cámara alta fue tan mala, que hasta 1/3 de los votos contrarios eran de su propio partido. En verano de 1913 la escisión del partido quedó consumada cuando García Prieto y Montero Ríos crearon el partido liberal-demócrata que arrastró tras de sí a un nº importante de parlamentarios.
Así se planteaba la sustitución por el partido conservador, aunque con probabilidad de división al no estar claro quien sería presidente. Maura había perdido la autoridad que tenía antes en su partido. En octubre de 1913 el rey llamó para ocupar el poder a Eduardo Dato, que siempre tuvo una actitud respetuosa con Maura. La mayoría del partido aceptó a Dato como jefe.
Hay que mencionar que a lo largo de su gobierno Maura había atraído a sectores católicos y el partido conservador adoptó un tono clerical. A diferencia del resto de los grupos políticos del turno, era capaz de tener unas juventudes activas, una propaganda ideológica de tono católico e incluso unos círculos obreros confesionales. En realidad, la masa neutra a la que quería apelar Maura eran sólo los sectores conservadores católicos, pero ni siquiera a ellos consiguió modernizar.
En adelante, la política española consistió en resolver los problemas surgidos de las circunstancias, mucho más que intentar programas regeneradores globales.
Esto fue así porque la revolución desde arriba había tenido pocos resultados y la causa era el mismo planteamiento de los supuestos regeneradores. Había un planteamiento erróneo en la base de toda la revolución desde arriba y ésta no necesariamente debía conducir al éxito porque lo característico de la España de comienzos de siglo no era que la legislación fuese retrasada, sino que se incumplía continuamente.
LA ÉPOCA REGENERACIONISTA: "LA REVOLUCIÓN DESDE ARRIBA". 1902-1914 (II)
El mundo católico era un factor de renovación de la sociedad española, al menos potencialmente como el movimiento obrero o los nacionalismos periféricos. En la década final del S. XIX se había presenciado en España todo un proceso de politización del catolicismo que habría de tener consecuencias; la desunión impidió que fórmulas de organización como los Congresos Católicos se plasmaran en realidades eficientes. En los Congresos ni siquiera los mismos prelados permanecían unidos. Cuestiones como el Reino de Italia provocaban graves discusiones, protestas diplomáticas y acusaciones de heterodoxia. En estas condiciones no se volvió a celebrar ningún Congreso después de 1902.
En 1905 el principal dirigente integrista, Nocedal, consideraba que no era suficiente la licencia eclesiástica para la consideración como ortodoxo de un diario; en 1906 un documento pontificio trató de lograr la paz entre las diversas tendencias católicos y en 1908 los integristas (ya casi una secta) recibieron una advertencia de Roma. El resultado de esta evolución fue que poco a poco empezó a imponerse la postura posibilista moderada o liberal conservadora. El triunfo de esta tendencia tuvo consecuencias importantes y negativas.
Cuando aparecen las actitudes anticlericales durante el cambio de siglo, surgieron, como reacción, unas Ligas católicas que limitaron su implantación a las ciudades, porque nadie podía pensar seriamente que en España, fuera a haber una verdadera persecución religiosa. Tanto ellas como los Comités de defensa social que proliferaron después, obedecían a un propósito reactivo que se identificó con la versión maurista del conservadurismo que no creó verdaderos problemas al sistema de turno.
De acuerdo con la evolución hacia la moderación del catolicismo español, en 1899, en Marqués de Comillas jugó un papel relevante en la Junta permanente destinada a dar continuidad a la obra de los Congresos, que luego se convertiría en JUNTA DE ACCIÓN CATÓLICA. Comillas fue el representante más característico del catolicismo oficial de la época y como tal, persona muy próxima al rey. En los años en que Canalejas estuvo en el poder, hubo incluso normas de actuación de la Acción Católica. Pero ésta no se desarrolló hasta la etapa republicana; en 1911 fue vetada una candidatura católica para las elecciones madrileñas.
Comillas creó una Asociación para el estudio y defensa de los intereses de la clase obrera, que no perdió nunca su carácter benéfico, más que social. A su alrededor nacieron también unos Círculos Católicos de Obreros. Era el momento en que el catolicismo, merced a las encíclicas pontificias, pasaba de una mentalidad benéfico-caritativa a otra propiamente social, coincidiendo con la tendencia también perceptible en los liberales, a propiciar un intervencionismo del Estado en estas materias. Durante la Monarquía de A. XIII, en las instituciones estatales dedicadas a la cuestión social, cooperaron personas procedentes de los medios católicos junto con otras liberales o socialistas. La intervención católica en estas cuestiones fue obra del jesuita P. Vicente.
A principios de la 2ª década del siglo, había casi 300 círculos y muchos de ellos tenían una función que no sólo era instructiva. En el campo, la Ley de Sindicatos Agrícolas, auspiciada en principio por Maura, tuvo unos resultados muy favorables para el mundo católico-social. Los sindicatos católicos se apoyaban en cooperativas y cajas rurales.
En otros terrenos, el resultado de la acción social católica fue menos positivo. Los sindicatos profesionales con la pretensión de evitar el calificativo "católico", sólo hicieron su aparición en la 28 década del siglo. Por el momento, los sindicatos católicos no habían perdido frente a los socialistas, teniendo la ½ de afiliados. El pontificado de Pío X marcó al catolicismo español. En España no hubo ningún ejemplo de modernismo religioso. Unamuno, interesado en estas cuestiones, reconocía que el modernismo no despertó ningún interés en España e incluso él mismo estaba más próximo del protestantismo liberal y del modernismo católico. Algunos teólogos o filósofos sobre todo agustinos, dominicos o capuchinos, parece que tuvieron dificultades o tuvieron que ocultar sus posturas respecto al evolucionismo, debido al miedo a ser acusados de modernistas.
Todo ello era una muestra de ortodoxia, pero también de aislamiento y de limitación de la cultura religiosa. Ese era, según Canalejas, el inconveniente del clero español: el escaso nivel cultural. Ese juicio chocaba con el hecho de que la Iglesia dominaba en la 28 enseñanza y luchaba por evitar que se prescindiera de la enseñanza del catecismo.
La Asociación Católica de jóvenes Propagandistas, fundada en 1908 por el jesuita P. Ayala, siendo su primer presidente Ángel Herrera, era un grupo reducido de personas que se caracterizaban por tener un nivel profesional elevado, que se dedicaron a popularizar los principios sociales y políticos del catolicismo. El grupo fundamentaba su actividad en las doctrinas católicas tradicionales; el sometimiento al poder establecido, la distinción entre el gobierno y la legislación concreta o la defensa de los intereses católicos en todos los terrenos.
Ángel Herrera partía de un diagnóstico muy realista de lo que era el catolicismo español de la época, caracterizado por la falta de obediencia a los obispos, la falta de unidad entre los católicos y la mezcla entre lo religioso y lo político.
Hasta 1890 no había otra prensa católica que los boletines de las diócesis, pero 8 años después se creó una Asociación de la Buena Prensa y en 1910 se creó una agencia de noticias confesional. Años después, la prensa católica va alcanzando más difusión, teniendo prácticamente cada provincia un diario católico, aunque los contenidos variaran desde el puro clericalismo hasta actitudes más modernas.


EL DESARROLLO ECONÓMICO y LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES ANTES DE LA GUERRA MUNDIAL

La crisis agrícola tuvo en la última década del XIx, repercusiones en el mundo industrial. En España desde 1892 hubo gran disminución en las exportaciones de vino y minerales y una disminución de importación de algodón; también hubo un envilecimiento de la moneda, producido por una Hacienda en déficit. La crisis finisecular fue además peor en España por el desastre del 98. La política de expansión del gasto público y de aumento de la circulación fiduciaria fue adecuada. Luego en los 15 primeros años del s. XX la política del gobierno cambió considerablemente: la política restrictiva de Villaverde no produjo estancamiento porque había habido un nuevo ciclo al alza, de carácter internacional. Hay que decir que las consecuencias económicas de la pérdida de las colonias no fueron tan negativas: la repatriación de capitales pudo suponer unos 2000 millones de pesetas oro y también supuso la incorporación de unos empresarios innovadores que habían utilizado procedimientos modernos. España no dejó por ello de ser considerada como un lugar apropiado para aversiones económicas extranjeras y la inversión de capital de fuera se duplicó en los primeros 10 años del siglo. Estos capitales extranjeros optaron por inversiones en las empresas bancarias, químicas, eléctricas y de servicios (de carácter productivo).
Sin embargo la crisis finisecular tuvo repercusiones importantes en la configuración de una economía nacional fuertemente protegida.
La tesis nacionalista en economía logró el apoyo sucesivo y acumulado de todos los sectores productivos españoles. Tuvo en general unas consecuencias positivas: todas las naciones europeas hicieron lo mismo y la política seguida en España contribuyó a favorecer un determinado grado de crecimiento económico. Pero la economía española quedó caracterizada en adelante por una agricultura mayoritariamente poco entable y una industria dependiente de ella.
El proteccionismo no tenía una explicación puramente arancelaria. Ya en 1891 1896 los aranceles españoles habían experimentado un alza, pero principalmente se produjo con la reforma de 1906 que creó las barreras aduaneras más elevadas de Europa. En estos los años del siglo se produjo un aumento del papel del Estado en la ida económica y el de Fomento llegó a alcanzar el 15% del presupuesto.
En agricultura se produjeron un conjunto de transformaciones que seguirían lego. Cabe atribuir al desarrollo agrícola un ritmo considerablemente más elevado que el de la época inmediatamente anterior. Su razón radica en la introducción de una serie de técnicas y cultivos que supusieron al menos una novedad relativa respecto del asado inmediato. Entre 1900-1914, la partida de las importaciones que más creció fue la de la maquinaria y parte de ella era agrícola, aunque en no pocas ocasiones fuera tan simple como el arado de vertederas; empezó a importarse maquinaria más sofisticada, aunque sólo en zonas latifundistas que podían hacer esas inversiones. A la vez, triplicó la importación de abonos. En 1914 la producción nacional fue ya superior a la importación. El regadío constituyó una faceta más del programa regeneracionista. En los años 20 se puede calcular que había en España alrededor de 1.500.000 hectáreas de regadío. Fue sobre todo la iniciativa individual en determinadas zonas, como Valencia, la que produjo la difusión del regadío, alimentada por la confianza en obtener unos rendimientos importantes.
El trigo se vio beneficiado por las nuevas técnicas y el proteccionismo de la política oficial y como consecuencia hubo un incremento de las superficies cultivadas. La productividad también creció. La consecuencia de este proceso fue que España que a comienzos de siglo importaba trigo, en los años 30 se consideraba ya autoabastecida. La vid tardó en recuperarse de la crisis producida por la filoxera.
El sector más dinámico de la agricultura española era desde fines del XIX el de los cultivos nuevos, en parte destinados a la exportación: la naranja y la almendra por ejemplo en Valencia. Durante primer tercio del S. XX duplicó su superficie de cultivo triplicó su valor. La remolacha fue protegida por la política gubernamental, al haber perdido con las colonias, la fuente habitual de aprovisionamiento de azúcar. La producción remolachera pasó de la nada a tener problemas de superproducción. La almendra, como la naranja, favoreció la parcelación de la propiedad y la existencia de la clase media campesina.
Puede decirse que tanto la apertura hacia el exterior como la creación de un mercado verdaderamente nacional, tuvieron como consecuencia una relativa especialización agrícola o ganadera, dependiente del grado de iniciativa de las élites locales.
En este momento es cuando nació un sistema bancario que perdura aun hoy en sus rasgos fundamentales. La Banca española había surgido a mediados del XIX. En sus orígenes hubo 2 factores: 1º la repatriación de capitales procedentes de las colonias, que tuvo como consecuencia la fundación en 1901 del Banco Hispanoamericano yen 1902 la conversión del Crédito Mobiliario en el Banco Español de Crédito y 2º fue la capitalización de la exportación de hierro desde el País Vasco, que produjo o potenció los Bancos de Bilbao, Vizcaya, Urquijo e incluso el Central. La Banca jugó un papel decisivo en determinados sectores industriales nuevos.
La falta de empuje en el crecimiento industrial se explica por el descenso de la producción y exportación de minerales metálicos: el del cobre se produjo lentamente y el del hierro y el plomo más rápidos. En términos relativos se puede atribuir a la exportación de mineral, la condición de industria verdaderamente ligada a la economía nacional. La extracción de carbón experimentó un crecimiento considerable. El país vasco había logrado una neta superioridad respecto del resto del país en lo que se refiere a siderurgia y construcción naval; la mitad de la producción de hierro, de acero, del tonelaje de buques y se producía allí.
En Cataluña, la industria textil sufrió el impacto de la pérdida de las colonias. La recuperación se produjo gracias al arancel de 1906 que reservaba de hecho, el mercado interior a los industriales catalanes del textil. Esta industria se convirtió en conservadora. Sin embargo, Cataluña tuvo otras más dinámicas y agresivas con las que pudo competir e incluso superar al País Vasco. El sector industrial puntero estuvo constituido por la electricidad, el cemento y la industria química, además de la industria ligera. De ellas la más importante fue la industria eléctrica. En 1901 se fundó Hidroeléctrica Ibérica, luego Iberduero y en 1907 Hidroeléctrica Española. En 1913 la industria textil había sustituido el vapor en más de la mitad de la maquinaria en Sabadell y Tarrasa y en 1916 la sustitución era total. Entre fin del XIX y comienzos del XX surgieron en España las 1as industrias químicas modernas.
En esta época se rompió con uno de los rasgos del antiguo régimen demográfico, el de la estabilidad de la población en el lugar de nacimiento. La emigración se hizo 1º hacia los grandes núcleos urbanos: Barcelona y Madrid. En 1914 llegaron a Argelia 30000 españoles, pero la emigración se dirigió sobre todo a Iberoamérica. La procedencia de los emigrantes no fueron las regiones de latifundio, sino todo lo contrario.
Aunque parciales, estos eran también los síntomas evidentes de modernización.

EL ANARQUISMO

Los anarquistas, que habían recurrido a finales del XIX a atentados personales, como la bomba en el Liceo de Barcelona, el atentado contra el general Martínez Campos, el atentado en la calle Canvis Nous, o el asesinato de Cánovas, empezaron a principios del XX a convocar huelgas. 

Para evitarlas, y para afrontar el movimiento obrero, algunos políticos, influidos por una sensibilidad por los problemas sociales, como los liberales, o los conservadores (como Silvela, influido por la doctrina social de la Iglesia de León XIII), trataron de adoptar algunas medidas. Así pues, como heredero de la Comisión de Reformas Sociales (de 1891), apareció el Instituto de Reformas Sociales, que dependía del Ministerio de Fomento, y que trató de orientar a los gobiernos sobre las medidas a adoptar. 

En la misma línea, apareció el Instituto Nacional de Previsión. 

Sin embargo, el movimiento obrero consideró que estas medidas reformistas eran demasiado ligeras. Por ello, aunque las huelgas estuvieron concentradas en unos cuantos puntos y en realidad no había sindicatos organizados con implantación nacional, ni federación de industria, los obreros trataron de organizarse. 
La debilidad del movimiento obrero en España derivó de su división, que se supo cuando aumentó la influencia del socialismo. Un rasgo del movimiento obrero en España fue, hasta la II República el peso predominante del socialismo. En España existía una tradición democrático-federal sobre la que pudo insertarse mucho mejor el anarcosindicalismo (la CNT) que el socialismo.
Del anarquismo español de esta época, llama la atención su enorme influencia, que dio la sensación de que en España era posible que estallara una revolución ácrata y a la vez una escasa originalidad doctrinal que le sometió a influencias exteriores. Era más influyente que el socialismo en los años anteriores a la 1a Guerra Mundial. Su tesis principal era la huelga general revolucionaria; ésta, unida a la acción directa acabó derivando hacia el anarcosindicalismo y de ahí al sindicalismo. En España esas tesis se insertaron sobre una tradición de anarcocomunismo insurreccionalista. Hubo partidarios del atentado personal y detractores del mismo, pero la tendencia espontánea de los anarquistas españoles fue siempre justificar la violencia.
En el anarquismo había sindicalistas reformistas e intelectuales subempleados que despreciaban a los obreros. La tradición del atentado personal renació en 1904 con motivo de la visita de Maura a Barcelona. Mateo Morral constituye un buen ejemplo. Fue probablemente el autor del atentado contra el rey en 1905 y debió contar con el apoyo de Lerroux, lo que prueba que los límites entre el republicanismo y el anarquismo eran en este momento imprecisos.
Desde entonces el terrorismo cambió sus formas de actuación: se dedicó a colocar bombas en lugares de gran concurrencia para crear un clima de tensión. Su desaparición fue producto más del cansancio de los anarquistas que de la eficacia de las fuerzas policiales. Otro factor importante fue también la crecida del movimiento sindicalista. Había agitación social entre 1903 y 1905 en el campo andaluz. La protesta pareció que iba a conmocionar a la sociedad andaluza y produjo un brusco crecimiento de las sociedades obreras; una esperanza en el advenimiento del comunismo y la lectura de la prensa obrera. La protesta coincidió con una muy buena cosecha en 1903, lo que demuestra que no se puede identificar con la rebelión de una masa proletaria sufriente, sino con una estrategia reivindicativa que implicaba también la utilización del incendio por ejemplo, como expresión de descontento y forma de lograr la mejora de los salarios. Lo que se denominaba como el obrero consciente, propagandista del ideal ácrata, no era un líder religioso y analfabeto, sino un propagador de las tesis de una cultura anticlerical derivada del federalismo.
Mayor capacidad de difusión del ideal anarquista, tendría la difusión del anarcosindicalismo a partir de comienzos de siglo. Desde entonces hubo repetidos intentos de organizar un sindicato nacional. Los Congresos de la Federación de Trabajadores de la Región Española no establecieron ninguna organización nacional; sirvieron para difundir el mito de la huelga general y la escuela laica en medios que no eran estrictamente obreros, sino también pertenecientes al republicanismo más exaltado como el que protagonizaba Lerroux.
Los medios anarquistas en 1904 crearon una Federación Obrera que en 1907 daría lugar a "Solidaridad Obrera" e inicialmente figuraron en sus filas republicanos y socialistas. En el verano de 1910 el sector anarquista se hizo con la dirección del sindicalismo barcelonés y en otoño se fundó la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), un nuevo sindicato. Su fórmula de actuación predilecta debía ser la huelga general revolucionaria, de la que se decía que por ser arma peligrosa, debía ser utilizada con tino. La CNT tenía un propósito esencialmente revolucionario.
Esta vertiente revolucionaria se apreció en la acción del nuevo sindicato, con ocasión de su 1er congreso celebrado en Barcelona en otoño de 1911. Tuvo lugar una reunión secreta, posterior al congreso, en la que se preparó una huelga general revolucionaria con la que se enfrentó el Gobierno de Canalejas. Fue ella la que convirtió a la CNT en una organización clandestina desde 1911 hasta la guerra mundial.

EL SOCIALISMO 

El PSOE en el momento de empezar el siglo, era un grupo muy reducido, sin influencia. Fundado en 1879 por un grupo de tipógrafos, la aristocracia de la clase obrera y de médicos, sólo 7 años después pudo hacer aparecer su Diario "El Socialista". Su fundador fue Pablo Iglesias.
El fundamento ideológico de la actuación de los socialistas estaba basado en las teorías del marxismo a través de escritores franceses. A fines de siglo, para el PSOE sólo se enfrentaban dos clases: burguesía y proletariado y no había forma de que llegaran a un acuerdo. Los anarquistas seguían una política de derribo y la huelga general era contraproducente y a los republicanos le atribuían una ceguera burguesa; por eso no llegan a ningún acuerdo entre ellos.
El PSOE no fue capaz de aprovechar el sentimiento de protesta ante la guerra colonial. Iglesias y sus seguidores malinterpretaron a Polavieja, al movimiento de las Cámaras de Comercio y a los nacionalistas periféricos. En la última década del XIX se produjo un crecimiento de la UGT y comenzó una flexibilidad en su ideología y estrategia.
El pablismo fue una especie de revolucionarismo reformista o reformismo revolucionario; en el sentido de que nunca se consideraron incompatibles estas 2 fórmulas.
El fin de siglo supuso un mayor acercamiento al republicanismo y una participación en los organismos destinados a la reforma social. Un factor más vino a implantar el socialismo: el regeneracionismo. Los planteamientos que se dieron en los propios dirigentes del partido se basaron en la consideración del PSOE como instrumento de toma de conciencia de la clase obrera y de moralización del comportamiento electoral del proletariado. A principios del S. xx, la tesis de la huelga general, de procedencia anarquista, había alcanzado gran difusión, pero el PSOE no pretendía recurrir a ella, por lo que poco éxito podía tener. La UGT experimentó un crecimiento más rápido. En los Congresos nacionales del partido 1903 -1907, ratificó su repudio a colaborar con los republicanos. También las Juventudes Socialistas creadas en 1905 estaban más cercanas a la postura de acercamiento, pero Iglesias mantuvo su actitud inflexible hasta 1908 en que se aceptó la posibilidad de colaboración, aunque sólo en determinadas circunstancias.
Fue la situación política del final del Gobierno de Maura lo que animó a los socialistas a cambiar su postura. Es probable que hubiera socialistas entre los participantes en los hechos de la Semana Trágica, pero además el PSOE había desarrollado en los meses anteriores una fuerte campaña en contra de la guerra de Marruecos, condenando todo intento de expansión colonial y sobre todo el sistema de redención del servicio militar mediante aportaciones económicas (o todos o ninguno). Pero fue la impresión reaccionaria del gobierno de Maura lo que movió a crear la conjunción republicano-socialista. En otoño de 1909 el partido declaró que lucharía, sólo o con alguna fuerza democrática que se propusiera el restablecimiento de las garantías y el fin del gobierno de los conservadores. A finales de año se pactó la alianza.
Esta tuvo un resultado óptimo para el PSOE y la UGT. Las cifras eran ya importantes aunque estaban ya muy lejos de las de otros países pues la diferencia esencial radicaba no tanto en los sindicatos como en la presencia en el Parlamento. Aunque muy levemente el PSOE inició ese camino con la elección de Pablo Iglesias en la lista de la conjunción republicano-socialista de 1910 por Madrid. Esto le convirtió en una figura política nacional, símbolo de la clase obrera. Sus intervenciones en el Parlamento se caracterizaron por la dureza. En 1912 el PSOE celebró el Congreso más importante de su historia, ello que tuvo una representación internacional y presentó un programa general, municipal y agrario.
Hacia 1912 entraron al partido algunos intelectuales. Uno de ellos fue Julián Besteiro, procedente del radicalismo. Otros como Arquistain y Núñez de Arenas se vinculaban a la llamada "Escuela nueva". El 1º tenía una clara posición regeneracionista, pero el 2º supone un levantamiento en el partido de un sector de izquierdas, no sólo intelectual, sino también sindicalista.
La relación entre sindicato y partido variaba de unas zonas a otras. La UGT madrileña era el sindicato predominante que incluía a muchos que no eran socialistas, mientras que en Asturias y Vizcaya, los dirigentes socialistas procedían de sindicatos.
A finales del XIX era posible aún que el PSOE triunfara en Cataluña, pero los errores tácticos impidieron que así sucediera; en Málaga también había estado el PSOE pero desapareció. En cambio, el papel de Madrid en él fue muy grande; los afiliados a la UGT residían en Madrid y en 1908 el porcentaje era de un 58%, En ese año la Casa del Pueblo de la Capital se convirtió en una de las instituciones societarias más importantes.
Pero el eje de la política socialista en la 1a década del S. estaba en Bilbao. Su implantación fue entre los mineros, en su mayoría inmigrantes, como Facundo Perezagua. Hubo entonces una treintena de huelgas de las que 5 fueron generales. El socialismo se alimentó de la acción sindical pero acabó por traducirse en votos. En 1913 fue creado el Sindicato Metalúrgico de Vizcaya. Empezó a haber un acercamiento entre republicanos y socialistas. Representativo de esta 2ª etapa fue sobre todo Indalecio Prieto, autodidacta, que dominó el socialismo vizcaíno tras enfrentarse a Perezagua.
En Asturias mucho más tarde y lentamente el socialismo también acabó por implantarse. Su lentitud fue por: el trabajo en las minas estuvo en manos de quienes pueden ser definidos como trabajadores mixtos porque eran campesinos que cultivaban sus tierras; además, la 1ª implantación del sindicato socialista se logró en Gijón donde luego acabarían triunfando los anarquistas entre los obreros del puerto. En 1902 el PSOE celebró un congreso en Oviedo. Fue Manuel Llaneza un minero que tuvo que emigrar después de una de las grandes huelgas de esa etapa quien creó el Sindicato de Obreros mineros de Asturias con un sindicalismo muy disciplinario y organizado. Era sin duda el más fuete de España y le permitía controlar a la totalidad de los mineros españoles. Con ello, los socialistas antes de la guerra mundial tenían en sus manos o bajo su responsabilidad a 3 sectores de importancia: los tipógrafos (dirigidos por García Quejido), los ferroviarios (por Trifón Gómez) y el de los mineros en Asturias y en Río Tinto.
En la 2ª década del siglo las perspectivas del socialismo parecen mejorar. En Elche existía un sindicato de tendencia republicana, el de los alpargateros que desde 1910 se vinculó al PSOE. Algo parecido en 1912 en Granada y en Cáceres.

LA CULTURA ESPAÑOLA y EL FIN DE SIGLO

Se les denominó a los intelectuales como Generación del 98 pero su influencia, significación y valores se prolongan más allá del período finisecular. Parte de sus temas son de los regeneracionistas, en especial Costa, Unamuno, Azorín. En todos los escritores del período hay un patente nacionalismo regenerador. Hay también algunos temas predilectos como la necesidad de la transformación económica del país. Esta generación representó una ruptura con respecto al pasado. Es la primera que sintió como grupo, con una tarea colectiva que realizar y la 1a que se sintió como intelectual. Desaparece el didactismo realista y la estética del momento se convirtió en el equivalente del simbolismo. Aparecen nuevas editoriales de publicaciones de. difusión muy considerable. Había un público más amplio que el de la 1ª etapa de la Restauración.
Tenían todos ellos unos rasgos comunes en cuanto a aprendizaje y procedencia. Fueron autodidactas y algunos convirtieron el artículo en forma de vida (Azorín, Maeztu). Más que nada todos tienen una actitud crítica respecto a España. Azaña afirmó que la protesta les daba sentido de grupo. Sus incursiones en el terreno de la política práctica fueron efímeras y contradictorias. Baroja, Maeztu, Unamuno. Quizá la única excepción sea Cataluña donde el sentimiento nacionalista creó esa conciencia de tarea colectiva que faltaba en otras latitudes. La generación finisecular fue por tanto individualista y de talante personal liberal. Fueron más liberales que demócratas. Su preocupación era el ser de España. Intimismo, renovación temática y evocación histórica aparecen todos estos autores. El naturalismo triunfó también en el teatro.