sábado, 19 de abril de 2008

Aclaración sobre los tipos de fuentes.

Estoy corrigiendo los exámenes y hay algunos de vosotros que soléis confundir los tipos de fuentes textuales. Partimos de la premisa de que los textos nos proporcionan una información histórica sobre momentos pasados, Pero, cuando hablamos de textos históricos no es lo mismo que cuando hablamos de textos historiográficos. Un documento es HISTÓRICO cuando ha sido redactado en un momento pasado, y por tanto, su contenido, la información que de él se puede extraer, es directa. No se trata de la interpretación que un historiador hace de un momento pretérito, sino que, como ha sido redactado directamente hace tiempo, la información, repito, es de primera mano. Por tanto, se trata de fuentes primarias.

Un ejemplo de textos históricos son las leyes, manifiestos, cartas, artículos de periódico, etc, que utilizamos muchas veces en clase. Se trata de documentos que fueron redactados en aquellos momentos, y que no tenían como objetivo transmitir una información de tipo histórico, sino que tenían otras finalidades. Pero nosotros, con habilidad, debemos ser capaces de hacerles preguntas y extraer conclusiones para conocer aspectos y hechos en aquella época. De eso se trata.

No es lo mismo que si nos encontramos ante textos que han sido redactados por historiadores o pensadores, reflexionando sobre lo que ocurrió antes de que ellos escribieran. En este caso, se textos HISTORIOGRÁFICOS, porque son escritos redactados por alguien que reflexiona sobre hechos acaecidos ANTES de que ellos redactaran. De esta forma, la información que proporcionan no es de primera mano, sino que se trata de interpretaciones del pasado. Son reflexiones que plantean estas personas después de leer documentos primarios. Por ello, se trata de lo que ellos piensan después de analizar las fuentes de primera mano, y la información que nos proporcionan ya no es directa, sino que ha pasado por el filtro de su mente. Por ello son fuentes secundarias. De hecho, la información que nos proporcionan sí que tiene como finalidad informar sobre la Historia.

A la hora de valorar la información que nos proporcionan las fuentes, no debemos olvidar esta importante diferencia. No será lo mismo analizar una carta del general Franco, que lo que opina un historiador sobre esa carta del general Franco.

viernes, 11 de abril de 2008

DESARROLLO DE LA GUERRA CIVIL A TRAVÉS DE MAPAS HISTÓRICOS

Justamente después de estallar el golpe, éste triunfó en algunas zonas, pero no en otras. De esta manera, los insurrectos consiguieron sus objetivos básicamente en las zonas que se observan en el mapa 1. En ellas se deshizo todo lo que de revolucionario o reformista hicieron los gobiernos republicanos. En las zonas donde no triunfó, el poder, a nivel general, se fragmentó, ya que en algunas áreas las opciones políticas más radicales tuvieron la oportunidad de ensayar sus tesis (abolición del dinero, colectivizaciones de tierras en diferente grado y de diferente signo, cooperativas agrarias e industriales, nacionalizaciones, etc.). Es el caso de la creación del Consejo de Aragón, que con sede en Caspe, ensayó en ciertas zonas aragonesas el comunismo libertario gracias al apoyo de las milicias anarquistas que marcharon hacia Madrid para defenderla del avance nacionalista.

También en esta época se observa la ayuda internacional a los insurrectos. Esta ayuda tuvo lugar desde el inicio, por parte, prioritariamente, de Alemania, Italia y Portugal. Pero no sólo, ya que el avión que trasladó a Franco desde Canarias al Norte de África, el Dragon Rapide, estaba subvencionado por dinero británico, y la Texas Oil americana ofreció a los rebeldes combustible a crédito.

Después de embarcar hacia el norte de África, el general Franco, que era tan sólo uno más de los sublevados, contó con el apoyo de esos cuerpos de Ejército que tan bien conocía y que en parte había ayudado a crear, la Legión y los Regulares. Además, se trataba de la elite del ejército español, muy acostumbrada a la terrible guerra colonial. Por ello, tuvo muy fácil la conquista de muchas localidades del sur peninsular. Como consecuencia, el general Franco empezó a revelarse como un puntal de los sublevados. Su prestigio fue progresivamente aumentando y así sus compañeros tomaron la decisión de concentrar en él todos los poderes, tanto los militares (el título de Generalísimo) como civiles (jefe de la Junta Técnica del Estado, especie de embrión de gobierno en la zona controlada por los insurrectos), sobre todo teniendo en cuenta que el Jefe natural de la sublevación, el golpista general Sanjurjo, que estaba exiliado en Portugal, murió en un accidente de aviación al viajar a España para encabezar la revuelta.

Con la ayuda italiana y alemana, el general Franco consiguió traladar esas tropas de elite a la peníncula, hecho que condicionó considerablemente el desarrollo de la guerra. De esta forma, pudo avanzar con mucha facilidad por la parte occidental de Andalucía, y subir hacia el norte por Badajoz. Cáceres se había sumado antes a la insurrección militar, con lo que en poco tiempo había unificado gran parte del occidente peninsular.

El siguiente objetivo era Madrid, donde los insurrectos no habían conseguido imponerse (recuérdese lo que ocurrió en el tristemente célebre cuartel de la Montaña). No obstante, y esto se ha valorado de forma muy diversa por los diferentes historiadores, se desvió hacia Toledo, donde tampoco los insurrectos habían conseguido hacerse con la ciudad, y estaban aislados y sitiados en el Alcázar. Con este des´vío, el general Franco dio tiempo a los madrileños a organizar la defensa de la capital con garantías, y al Gobierno (ahora de Largo Caballero) a huir hacia Valencia, tras dejar una Junta de Defensa al mando del general Miaja. Además, varias divisiones de las Brigadas Internacionales y la columnda anarquista de Durruti (que a su paso por Aragón fue obligando a los camepsinos aragoneses a implantar colectividades anarquistas y a practicar el comunismo libertario) tuvieron tiempo de llegar a la capital.

Como resultado, los militares rebeldes no pudieron tomar la capital, aunque batallas posteriores como la del Jarama o Guadalajara, ya en marzo de 1937 ( a manos de los italianos), tuvieron como objetivo un nuevo intento de cercarla.


A principios de marzo de 1937 la zona nacionalista había aumentado con la toma de Málaga (por parte de los italianos del Corppo di Truppe Volontarie), y algunos enclaves más. En ese 1937, en mayo, los sucesos de Barcelona supusieron un grave revés en la política interna del bando republicano, ya que los enfrentamientos entre el POUM y demás opciones políticas revolucionarias, contra el gobierno de la Generalitat, conllevaron la dimisión de Largo Caballero, que se negó a ilegalizarlo pese a las presiones de los comunistas.



















Paralelamente, estaba teniendo lugar la Batalla del Norte. No obstante, en este punto debemos dejar claro que, aunque teóricamente en esta zona las fuerzas gubernamentales estaban dirigidas por un mando común, el general Llano de la Encomienda, en realidad la Asturias republiucana estaba gobernada, y dirigida, por el Consejo de Asturias y León, en Santander existía una Junta delegada, y en el País Vasco un Gobierno autonómico (desde la aprobación del Estatuto a finales del verano de 1936).


El general Mola inició las operaciones en la primavera de 1937 (31 de marzo) con el apoyo de la Legión Cóndor alemana, lo cual le reportó indudables beneficios, ya que los alemanes estaban empleando nuevas formas, muy modernas, de realizar la guerra aérea (como resultado, los bombardeos de Guernica y de Durango, por ejemplo).


Las operaciones duraron casi todo 1937, con el resultado de la caída del norte en manos de los rebeldes, como vemos en el siguiente mapa.
La consecuencia fue una importante reducción del territorio controlado por el gobierno legal, que, pese a tímidas ofensivas como la de Brunete y Belchite para aligerar la presión de los insurrectos en sus objetivos principales, en realidad no hizo otra cosa que retrasar la apisonadora nacionalista.

A finales de 1937, por ejemplo, tuvo lugar una tímida ofensiva republicana en Teruel, que produjo la toma provisional de la ciudad aragonesa por parte de las tropas gubernamentales. Pero duró poco, ya que enseguida los franquistas la recuperaron, aunque no fuera en sí un objetivo militar clave. Tras esta refriega, los militares insurrectos emprendieron la gran ofensiva hacia el Este, que les hizo tomar el resto de Aragón, además de cruzar el Ebro, partir la zona gubernamental en dos con la toma de Gandesa, y acometer la ofensiva sobre Cataluña.

El resultado, antes de la toma de Cataluña, es el que observamos en el siguiente mapa. Tras la toma de Aragón, los dirigentes militares gubernamentales decidieron emprendser una ofensiva a gran escala en la zona del Ebro. Para ello concentraron el grueso de las fuerzas militares y decidieron atacar en el verano de 1938. En principio consiguieron avanzar, pero tras tres meses de dura contienda, las tropas franquistas reconquistaron el terreno perdido y obligaron a las tropas gubernamentales a replegarse.



Inmediatamente después (entre el 23 de diciembre de 1938 y el 2 de febrero de 1939), los sublevados iniciaron la ofensiva sobre Cataluña. Las elites políticas e intelectuales abandonaron el país e incluso el grueso de las tropas republicanas, que se refugiaron en Francia. Incluso Azaña dimitió de su cargo de presidente de la República el 24 de febrero.
No obstante, la consigna del entonces presidente del Gobierno, Juan Negrín, continuaba siendo aguantar y aguantar. Sospechaba que la política exterior alemana, aliada de Franco, iba a provocar el estallido de una guerra general en Europa, al estilo de la Gran Guerra del 14 (la I Guerra Mundial), en la cual entrarían potencias democráticas que estaban atenazadas hasta ese momento por el pacto de No Intervención. Asaí, tendrían alguna oportunidad. No obstante, muchos no compartían este punto de vista. De hecho, el 5 de marzo estalló un golpe de Estado protagonizado por el coronel Casado, en Madrid.

El 1 de abril de 1939 el general Franco emitía el último parte de guerra. Pero, pese a la propaganda franquista, con el final de la contienda no advino la paz, sino la Victoria, como muy bien sabemos. Y no es lo mismo. Ni fue lo mismo.





jueves, 10 de abril de 2008

LAS ELECCIONES DEL FRENTE POPULAR

En las elecciones de 16 de febrero de 1936 ganó el Frente Popular. Era ésta una coalición electoral formada prioritariamente por la Unión Republicana, Izquierda Republicana, el PSOE, el PCE, los comunistas heterodoxos del POUM, así como el Partido Sindicalista y la UGT. No obstante, su programa electoral (porque era una coalición no de gobierno, como había sido la Conjunción republicano-socialista del primer bienio, sino tan sólo con fines electorales) era muy moderado, y planteaba una línea de continuidad con las medidas reformistas de la primera etapa de la II República.


Después de la ley electoral de 1933, que favorecía la formación de coaliciones electorales, ya que planteaba un sistema de elección mayoritario (así como el voto femenino), y a raíz de la nueva estrategia de la Internacional Comunista, de favorecer los Frentes Populares, las izquierdas se aliaron en dicha formación política. Las derechas, sin embargo, tuvieron muchas dificultades para articular una coalición que pudiera hacer frente a la coalición de centro-izquierda e izquierda. Este hecho, a la postre, sería fundamental, ya que la ley electoral, que había implantado un sistema mayoritario, beneficiaba a las candidaturas que estuvieran respaldadas por amplias coaliciones.


La derecha, por ello, estaba fragmentada entre los monárquicos de diverso cuño (alfonsinos de Renovación Española, carlistas de la Comunión Tradicionalista), los agrarios, una CEDA que dudaba entre aceptar el régimen republicano o definitivamente aliarse con el golpe que se estaba preparando, la FE de las JONS, el Partido Nacional de Albiñana... En pocas circunscripciones consiguieron articular una candidatura conjunta, el Bloque Nacional.

Como resultado, los datos electorales mostraron una victoria escasa del Frente Popular en cuanto a número de votos emitidos, pero mucho más amplia en diputados, en virtud de la ley electoral antes aludida. En este punto, no obstante, hay que establecer una cierta salvedad y una observación, ya que, si bien es cierto que la historiografía más progresista defiende que el proceso electoral no estuvo adulterado, como Tuñón de Lara, Reig Tapia, Enrique Moradiellos o Javier Tusell, conservadores y cercanos a las posturas de Pío Moa ( Martín Rubio, etc.) defienden que en realidad en circunscripciones como Cuenca en un primer momento fueron las candidaturas derechistas las victoriosas, y gracias a una adulteración de los resultados y a una repetición más o menos fraudulenta del proceso electoral, ganaron definitivamente las candidaturas frentepopulistas. No obstante, empero, hay que destacar que esta última postura historiográfica es minoritaria. De hecho, no se debe olvidar que allí donde ganaban las opciones políticas conservadoras, era el catolicismo político el elemento impulsor para que el voto se definiera de forma derechista. Y eso cuando el electorado estaba convencido, porque eso es mucho decir. En otros casos, los votos giraban a la derecha ante la presión o manipulación de los caciques, pese a los intentos de los dirigentes republicanos de abortar aquel cáncer de la sociedad española.




Respecto a la distribución territorial de los resultados electorales, se observa una cierta coincidencia en las zonas de victoria de las candidaturas derechistas con las zonas donde triunfó el golpe de los Tres Días de julio de 1936. Es decir, el golpe triunfó no sólo gracias a la tremenda represión que desarrollaron los falangistas y demás milicias paramilitares de las derechas en la retaguardia, sino gracias al apoyo de la población en general. Aún así y todo, este último aserto debe ser muy matizado, ya que en principio, en las zonas donde los sublevados se impusieron, el apoyo de la población debe analizarse con detalle. Motivos como el miedo secular a la autoridad impuesta por la fuerza, la innegable capacidad de la Iglesia para movilizar políticamente a amplias capas de la población iletrada, así como la presión laboral de los caciques que continuaban con sus costumbres fueron elementos que matizan mucho la afirmación de que el golpe fue apoyado de buen grado por el pueblo. Por ello, en este aspecto se ha desarrollado un importante e intenso debate historiográfico, de manera que algunos autores han insistido en la represión y en el miedo como un factor determinante en la consolidación de la retaguardia en el bando nacionalista. De esta forma, la población civil, que en realidad sería opuesta a los golpistas, se vería obligada y presionada por el miedo y el terror, a no rebelarse y aceptar el golpe.

Otros, empero, matizan este punto de vista insistiendo en que si la población civil no hubiera sido afín a la ideología de los sublevados, muy difícilmente éstos se hubieran podido afianzar. Este aspecto se puede justificar aludiendo a la citada distribución de los resultados electorales de febrero de 1936 por zonas geográficas. Además, se debe tener en cuenta que asimismo coinciden con el apoyo al sindicalismo agrario y con el apoyo a los sindicatos católicos y círculos católicos de obreros, de importante raigambre en esas zonas.

martes, 8 de abril de 2008

LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1934. LOS HECHOS


La revolución de octubre de 1934 fue un movimiento huelguístico de carácter revolucionario que contribuyó a desestabilizar la II República española.

Los hechos se iniciaron a raíz de las elecciones de 1933. En ellas, por diversos motivos (abstención de los anarquistas, desunión de las izquierdas, participación de las mujeres, etc. ) ganaron las derechas. Concretamente, la Ceda. Este partido político era una amalgama de diferentes fuerzas políticas conservadoras regionalistas, y la Acción Popular de Gil-Robles. De carácter accidentalista y posibilista, generaba mucho recelo en las autoridades republicanas. A raíz de ello, el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, decidió encargar la formación de gobierno a Alejandro Lerroux, el líder del Partido Republicano Radical, por aquel entonces ubicado en el centro del espectro político, y que se había consituído como la segunda fuerza política del Parlamento.

Hay que recordar que, en aquella época, en los años treinta, los fascismos y regímenes parafascistas y autoritarios de diverso corte estaban ganando terreno a las democracias en Europa. Incluso en Gran Bretaña los gobiernos estaban ganbando terreno al parlamento. Gran parte de estos procesos habían tenido lugar desde dentro del sistema, gracias a una victoria electoral, como el caso del NSDAP en Alemania. De ahí el miedo de las fuerzas obreras y democráticas a la actitud de la CEDA. Pero habían ganado las elecciones de 1933 y estaban deseosos de participar del poder. Por ello, amenazaron con retirar al gobierno el apoyo parlamentario que le daban si no se daba entrada en el ejecutivo a algún miembro del partido. Y entraron tres.

Las fuerzas obreras no podían conformarse, y actuaron. Pero no de forma homogénea, ya que la CNT en muchos lugares no apoyó la convocatoria de huelga general de la UGT, como en Aragón, Andalucía o Extremadura.

En Cataluña el movimiento más importante no fue tanto el obrero, sino el naciopnalista radical. De esta forma, Lluís Companys, el líder de la ERC, proclamó el Estado catalán dentro de la República federal española en la noche del cuatro al cinco de octubre. Como reacción, el general Batet declaró el Estado de guerra, detuvo a Companys el seis de octubre y el gobierno de Madrid suspendió de forma definitiva el Estatuto catalán. Como resultado, se designó un Consell de la Generalitat para gobernar Cataluña. Este elemento centralizador fue una de los motivos por los que un sector de la historiografía ha denominado este período como Bienio negro.

No obstante, el movimiento adquirió connotaciones aún más graves en Asturias, donde las fuerzas obreras, que anteriormente habían creado la Unión de Hermanos Proletarios formada por la UGT, la CNT ymás adelante, el Bloc Obrer i Camperol, la Izquierda Comunista (ambos comunismo heterodoxo) y el PCE, desarrollaron una verdadera revolución social a través de la convocatoria de una huelga revolucionaria.

Los obreros, muy bien organizados, tomaron Oviedo y proclamaron allí la República Socialista formando al poco tiempo el Ejército Rojo. También acometieron incautaciones de ´todo tipo de artículos, crearon instituciones como la Guardia Roja y en definitiva crearon las bases para un nuevo sistema. El asunto era de lo más grave, y en Madrid esto lo consideraron una auténtica guerra civil. Por ello enviaron allí fuerzas coloniales (la Legión y los Regulares), la elite del ejército español entonces, coordinadas por el general Franco desde el Estado Mayor de Madrid, porque se había destacado anteriormente en la represión de la huelga revolucionaria de 1917.

La destrucción fue enorme, así como el número de muertos y detenidos. Como consecuencia, la República quedó muy tocada. Tanto, que algunos autores más o menos reconocidos o leídos, como Pío Moa, defienden que la Guerra Civil se inició en realidad en octubre de 1934.

De cualquier manera, octubre de 1934 debe verse como el resultado de la excesiva tensión entre fuerzas políticas demasiado extremistas, que respondían a una situación social, económica y territorial demasiado polarizada.

LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1934.

La revolución de octubre de 1934 fue un movimiento huelguístico de carácter revolucionario que se desarrolló entre los días 5 y 19 de octubre de ese año.

Principalmente fue alentado por el PSOE, y, dependiendo de zonas, la CNT y el PCE. Estas fuerzas obreras se habían aliado un año antes en las Alianzas Obreras y, ante la subida al poder de tres cedistas en calidad de ministros dentro del ejecutivo, los líderes obreros, espoleados por ejemplos como Alemania (donde un partido totalitario como el NSDAP, que había ganado las elecciones, mediante un golpe de Estado desde arriba eliminó el sistema republicano de la República de Weimar), fomentaron una huelga general revolucionaria.



El problema se inició en las elecciones de 1933. En ellas, por diversos motivos (desunión de las fuerzas de izquierdas, abstención de los anarquistas, unidad de las derechas e incluso el vaoto femenino) ganó, en virtud de las características del sistema electoral, un partido accidentalista como la CEDA. Como segunda fuerza política se constituyó el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux.



Ante estos resultados, pero por miedo a la actitud claramente antirrepublicana de los cedistas, Alacalá-Zamora, el presidente de la República, decidió encargar la formación de Gobierno no a Gil-Robles, el líder de la CEDA, sino a Lerroux. No obstante, la Ceda no bloqueó esta distribución del poder y apoyó al gobierno cedista monocolor. Con el tiempo, sin embargo amenazó con retirar su apoyo parlamentario si no se incluían cedistas en el gabinete. Por ello, tres miembros de este partido entraron por fin, y los obreros reaccionaron.



El día 5 de octubre la UGT convocó una huelga general que no fue secundada por la CNT en muchos lugares, como en Andalucía o Extremadura.Por ello, allí no tuvo éxito. Sí en el País Vasco, donde pese a no contar con el apoyo de los nacionalistas vascos sí que se apoderaron de algunas zonas mineras y de algunas zonas industriales, aunque las perdieron al poco tiempo.



En Cataluña, los nacionalistas catalanes radicales, que controlaban la Generalitat, aprovecharon la coyuntura para, aunque no tenían el apoyo de las fuerzas obreras, proclamar el Estado catalán dentro de la República federal española, en la noche del seis al siete de octubre.



Como reacción, el general Batet declaró el Estado de guerra en Cataluña, acometió una fuerte represión y detuvo a Lluís Companys, el líder catalanista de ERC. Además, se suspendió indefinidamente el Estatuto catalán y se designó el Consell de la Generalitat en lugar de la Generalitat suspendida.



Pese a todo esto, los hechos más graves tuvieron lugar en Asturias. Allí sí que participó la CNT apoyando al movimiento huelguístico. Así se creó la Unión de Hermanos Proletarios

viernes, 4 de abril de 2008

LOS SUCESOS DE CASAS VIEJAS


El 11 de enero de 1933 tuvieron lugar los sucesos de Casas Viejas.
En aquella época, ante la lentitud e inoperancia de gran parte de las medidas reformistas del gobierno republicano, la CNT, entonces controlada por la radical FAI, desarrolló una campaña en contra del régimen fomentando el estallido de insurrecciones anarquistas. Una de ellas tuvo lugar en aquella localidad de Cádiz.
Varios anarquistas intentaron implantar un régimen libertario en la localidad, para lo cual trataron de destitur al alcalde y asaltaron el cuartel de la Guardia Civil, matando al sargento y a uno de los números. Como reacción, fueron enviadas a la localidad varios guardias civiles y guardias de asalto, con el fin de reprimir la revuelta.
Los insurrectos se refugiaron en una choza de un campesino apodado Seisdedos, donde se hicieron fuertes. Para vencer esta resistencia, las unidades de la guardia civil y de la guardia de asalto incendiaron la choza y mataron a sus ocupantes, pero, además, llevaron a cabo juicios sumarísimos entre los habitantes del lugar y fusilaron a varios. Evidentemente, esta acción fue desproporcionada.
Como consecuencia, la oposición derechista al gobierno difundió el rumor de que Manuel Azaña había instado a las fuerzas de seguridad a actuar con esa dureza, con su frase tiros a la barriga. No obstante, parece que no fue así, y que las fuerzas de seguridad se extralimitaron porque los mandos que las dirigieron tomaron decisiones de forma autónoma.
Se creó una comisión de investigación de los hechos e incluso el 24 de marzo el gobierno se tuvo que enfrentar a una moción de confianza que ganó sin problemas (210 votos contra 1), pero la popularidad de Manuel Azaña se vio considerablemente mermada.

martes, 1 de abril de 2008

MISIONES PEDAGÓGICAS

Las siguientes imágenes nos muestran algunos de los aspectos y de los elementos de las Misiones Pedagógicas.





Las Misiones Pedagógicas fueron uno de los intentosa por parte de los poderes republicanos, de extender la cultura en un país que era prácticamente un erial en esta materia. Muchos maestros e intelectuales (García Lorca) se adentraron en la España rural y trataron de impulsar una cultura laica y librepensante.
Desde la historiografía más conservadora se ha criticado no sólo esta iniciativa, sino todo el conglomerado de medidas de la II República que se habían programado para llevar adelante la laicización y la elevación del nivel cultural de los españoles. Era imposible establecer un sistema democrático simplemente desde arriba, a nivel institucional, mediante leyes de sufragio universal, o mediante los presupuestos dogmáticos y orgánicos de una Constitución.
Era necesario liberar al pueblo dotándolo de educación, de formación. Que pudieran leer y comprender qué nombre escribir en las papeletas a la hora de votar, o entender el programa electoral, o comprender la legislación que afectaba a aspectos fundamentales de sus vidas. Para ello se necesitaba una educación, pero laica y alejada de todo tipo de dogmatismos. En este aspecto entiéndase que laicidad no debe implicar anticlericalismo, sino asunción de una postura, en la medida de lo posible, neutra. Así pensaban los catedráticos fundadores de la Institución Libre de Enseñanza, que, basados en el krausismo como doctrina filosófica de base, emprendieron la ardua y difícil tarea de secularizar la enseñanza.
Hay que insistir que no se trata de anticlericalismo, pues esta postura es otro posicionamiento partidista más, que asimismo impide el crecimiento personal y la reflexión libre. Huir de dogmatismos para asumir posturas y reflexiones propias. Ese era el espíritu de la enseñanza en la II República, y las Misiones Pedagógicas, uno de los instrumentos para llevarlo a cabo.