jueves, 17 de noviembre de 2016

Amadeo I de Saboya. Una visión

Con la caída de Isabel II, en 1868, se inicia un nuevo período de ensayo de proyectos de democratización de un país atrasado y que había estado sometido al doctrinarismo moderado, en su mayor parte. 

El Gobierno Provisional presidido por el general Serrano y formado por unionistas y progresistas, había conseguido ganar unas elecciones a Cortes Constituyentes en las que se gestó un nuevo texto constitucional, el de 1869, eminentemente democrático pero bajo una cobertura monárquica, aunque constitucional.
Como consecuencia, era necesario buscar, en Europa, un monarca que aceptase los principios de la soberanía nacional, lo cual no era fácil, por las convulsiones políticas y la recesión económica del país.

Se presentaron, para ocupar el trono, diversas candidaturas. Entre ellas estaba el duque de Montpensier, apoyado por los unionistas de Serrano, pero rápidamente descartado por haber matado en duelo a un Borbón.




También un Sajonia-Coburgo, propuesto por progresistas y demócratas.

Otro candidato era el respaldado por el canciller alemán, Von Bismarck, Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, que renunció al trono español. 

Al final, el elegido iba a ser el hijo de Víctor Manuel I de Italia, Amadeo de Saboya, duque de Aosta. Era prácticamente el único que quedaba, puesto que la desesperación de los partidarios por la solución monárquica, como Prim, en su desesperación, llegaron a ofrecer el trono al general Espartero.

Como monarca constitucional, sería elegido y aprobado por las Cortes con el nombre de Amadeo I. Y, como tal, cuando abdicó, el 11 de febrero de 1873, a las Cortes devolvió su Corona. Comenzaba así la primera experiencia republicana española 




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