Como ya sabemos, la relación de la Iglesia anterior al Concilio Vaticano II, y el franquismo, es evidente.
Esta relación se empezó a cimentar en los años de la Guerra Civil, cuando uno de los conflictos estructurales no resueltos de la España Contemporánea, las relaciones entre la Iglesia y el Estado, posicionó a las formaciones políticas antirrepublicanas en contra de esta institución y viceversa. Así pues, desde la óptica de los sublevados, la Guerra Civil había sido el conflicto entre la España tradicional y católica contra la anti-España atea y pro-comunista.
En los primeros años del Franquismo, sin embargo, el predominio de la Falange en los ministerios como el de Instrucción Pública generó ciertos conflictos con la Iglesia, pese a que ésta recuperó todos los privilegios anteriores a la Constitución de 1931.
Las sucesivas leyes fundamentales franquistas fueron concediendo a esta institución diversas atribuciones políticas, que se completaron con la retirada de los falangistas de esos ministerios clave para el mantenimiento del monopolio ideológico del régimen. Eran los años en los que los representantes de la iglesia tenían asiento en las Cortes Orgánicas, en el Consejo de Estado, en el Consejo de regencia, etc.
Sin embargo, en 1946 empezó a surgir una oposición desde dentro del mundo católico, aunque vinculado al obrerismo. Fue la Acción Católica especializada en el mundo obrero, la HOAC, que desde esos años empezó a cuestionar el papel de Cruzada de la contienda civil, los privilegios de las autoridades franquistas y el proceso de simbiosis que desembocó en el Concordato de 1953. Se trataba de líderes obreros católicos inspirados en las ideas de filósofos como Maritain, Mounnier o Mauriac.
Desde la firma del Concordato hasta los años del Concilio Vaticano II, la Iglesia adoptó una posición política ya que el régimen franquista abandonó progresivamente la retórica falangista para pasar a exhibir una retórica anticomunista y, por ello, católica. En concreto, se trataba de aupar a las latas instituciones del Estado a los hombres del Opus Dei, monárquicos que podían postergar sus deseos de monarquía para dejar paso a un régimen que estaba cumpliendo sus deseos. Eran los "tecnócratas" del Opus Dei.
¿Qué se dirimió en este Concordato?
El concordato de 1953 otorgó, por tanto, a la Iglesia católica, un extraordinario conjunto de privilegios:
¿Qué se dirimió en este Concordato?
El concordato de 1953 otorgó, por tanto, a la Iglesia católica, un extraordinario conjunto de privilegios:
- matrimonios canónicos obligatorios para todos los católicos, por lo que estaba taxativamente prohibido otro tipo de uniones entre personas.
- exención fiscales para los bienes y actividades eclesiásticos
- subvenciones para la construcción de nuevos edificios y mantenimiento de su patrimonio
- censura de los materiales bibliográficos, musicales, cinematográficos por parte de la iglesia
- el derecho a constituir universidades
- el derecho a operar estaciones de radio y publicación de periódicos y revistas
- protección contra la intrusión policial sobre propiedades de la iglesia
- exención del clero del servicio militar
Asimismo otorgaba, en relación con otras religiones e iglesias:
- monopolio católico sobre la enseñanza religiosa en las instituciones públicas educativas (los niños de otras religiones podían estar exentos pero no se contemplaba la situación de ateos, agnósticos ni apóstatas, cuya mera existencia no se reconocía)
- monopolio católico en el culto público, excepto en Marruecos donde se toleran otras religiones
En este enlace veremos una visión del documento, y en este video, otra
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