Éstos fueron algunos de los sistema de adulteración de las elecciones que permitieron que los procesos electorales fueran ganados sistemáticamente por la opción política que estaba en el gobierno. De ahí que, aunque se estableciera el sufragio universal en 1890, por ejemplo, el pueblo no dispusiera de la soberanía nacional, sino que ésta fuera compartida con el rey, quien disponía del poder ejecutivo en esclusiva, además de amplias competencias en el legislativo.
En el primer caso, se trata de determinar ANTES de que tenga lugar el proceso electoral, el resultado del mismo. Se calculaba qué número de actas de diputado debía tener cada opción política para que unos, los que ya formaban parte del gobierno creado previamente (en virtud de la libre designación del rey) ganasen la mayoría, otros dispusieran de una digna minoría, y unos pocos consiguieran algún acta para evitar de esta forma que se sublevaran o conspiraran. Este sistema de situar en una casilla electoral al diputado que debía ganar en una determinada circunscripción permitió que el sistema político de la Restauración fuera controlado por una clase social oligárquica que, en palabras de Joaquín Costa, era un elemento ajeno a la nación. Por ello debía ser extirpada gracias a la labor de un cirujano de hierro.
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