Honduras, un país centroamericano con una democracia un tanto dudosa, en mi opinión, ha sufrido un golpe de Estado. El 28 de junio de 2009, un comando del ejército hondureño entró a primeras horas de la mañana en la residencia del presidente Zelaya, lo sacó prácticamente de la cama y le llevó a Costa Rica. Seguidamente, el presidente del Congreso, Ricardo Micheletti, asumió el poder hasta que, según él, concluya el mandato del presidente depuesto.
Este hecho se ha completado con la declaración del estado de excepción, es decir, con la supresión de algunos derechos individuales. Si se tiene en cuenta que la situación en este pequeño estado centroamericano no es precisamente de desorden ni de conflicto interno, no se entiende esta medida.
Es cierto que Zelaya no ha resuelto algunos de los problemas estructurales más importantes del país, y que parece que se ha sometido al chavismo venezolano. No obstante, la alternativa de Micheletti tiende a subyugar a los hondureños a los dictados de Estados Unidos, aunque, por otra parte, el Banco Mundial y el FMI han congelado las ayudas, por lo menos, hasta que se garantice la supervivencia de la democracia. Veremos cómo se desarrollan los hechos en los próximos días.
Como complemento de esta entrada, sugiero y recomiendo la lectura de este artículo aparecido en la edición digital de EL PAÍS.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario