lunes, 30 de marzo de 2009

BREVE REFLEXIÓN SOBRE EL MANIFIESTO DE PRIMO DE RIVERA

Esta entrada consta de una adaptación de la proclama al país de Primo de Rivera, y de una breve reflexión sobre el documento y sobre el sistema político al que da lugar. No se trata de un comentario de texto al uso. Más bien se trata de una serie de reflexiones de café al hilo de la dictadura de este general, y del sistema político que le precede. Incluso se podría considerar compo una invitación a la reflexiónn colectiva.

PROCLAMA DE LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA.

Al país y al Ejército
“Españoles: Ha llegado para nosotros el momento más temido que esperado (porque hubiéramos querido vivir siempre en la legalidad y que ella rigiera sin interrupción la vida española) de recoger las ansias […] de cuantos amando la Patria no ven para ella otra salvación que libertarla de los profesionales de la política, de los que por una u otra razón nos ofrecen el cuadro de desdichas e inmoralidades que empezaron el año 98 y amenazan a España con un próximo fin trágico y deshonroso. La tupida red de la política de concupiscencias ha cogido en sus mallas, secuestrándola, hasta la voluntad real. […]
“Pues bien, ahora vamos a recabar todas las responsabilidades y a gobernar nosotros u hombres civiles que representen nuestra moral y doctrina. Basta ya de rebeldías mansas, que, sin poner remedio a nada, dañan tanto y más la disciplina que esta recia y viril a que nos lancemos por España y por el rey.
“Este movimiento es de hombres: el que no sienta la masculinidad completamente caracterizada, que espere en un rincón, sin perturbar, los días buenos para que la Patria preparamos. ¡Españoles! ¡Viva España y viva el rey!
“No tenemos que justificar nuestro acto, que el pueblo sano le manda e impone. Asesinatos de prelados, ex gobernantes, agentes de autoridad, patronos, capataces y obreros; audaces e impunes atracos, depreciación de moneda, francachela de millones de gastos reservados, sospechosa política arancelaria […] rastreras intrigas políticas tomando por pretexto la tragedia de Marruecos, incertidumbre ante este gravísimo problema nacional, indisciplina social, que hace el trabajo ineficaz y nulo; precaria y ruinosa la producción agrícola e industrial; impune propaganda comunista impiedad e incultura, justicia influida por la política, descarada propaganda separatista, pasiones tendenciosas alrededor del problema de las responsabilidades, […]
“No venimos a llorar lástimas y vergüenzas, sino a ponerlas pronto radical remedio, para lo que requerimos el concurso de todos los buenos ciudadanos. Para ello, y en virtud de la confianza y mandato que en mí han depositado, se constituirá en Madrid un Directorio inspector militar con carácter provisional, encargado de mantener el orden público y asegurar el funcionamiento normal de los ministerios y organismos oficiales, requiriendo al país para que en breve plazo nos ofrezca hombres rectos, sabios, laboriosos y probos, que puedan constituir ministerio a nuestro amparo, pero en plena dignidad y facultad para ofrecerlos al rey por si se digna aceptarlos. […]
“Queremos vivir en paz con todos los pueblos […] Ni somos imperialistas ni creemos pendiente de un terco empeño en Marruecos el honor del Ejército, […] buscaremos al problema de Marruecos solución pronta, digna y sensata. […]
La responsabilidad colectiva de los partidos políticos la sancionamos con este apartamiento total a que los condenamos, […]

El texto al que nos enfrentamos es un documento de carácter histórico, por lo que se trata de una fuente primaria, y de naturaleza política. Es lógico, ya que se trata de un documento público. De su lectura se deduce que el autor del manifiesto expone a la nación española los motivos por los que se ha decidido a liquidar la vida parlamentaria del sistema de la Restauración. De esta forma, se puede estructurar en varias partes. Una primera, en la que el autori se muestra muy crítico con el sistema político de la Restauración, una segunda, en la que expone que el Ejército es el único elemento de la vida pública española capaz de reconducir la situación, y una tercera, en la que justifica el golpe de Estado que acaba de protagonizar.

El momento histórico en el que se encuentra inmerso este documento es la España de la Restauración, en la que se ha impuesto de forma muy exitosa un sistema político liberal-doctrinario muy perfeccionado y estable. Perfeccionado y estable si lo comparamos con el régimen de Isabel II, que era esencialmente de la misma naturaleza (con las diferencias obvias deducidas de los textos constitucionales que dan forma y dibujan los respectivos sistemas políticos), es decir, liberal-doctrinario.

En este sistema político, como sabemos, era la oligarquía terrateniente la que disponía de los resortes del poder, en virtud de un sistema de alternancia de los partidos políticos que aceptaban la monarquía, la constitución y el sistema parlamentario por ella dibujado. Es decir, el turnismo. Un sistema parlamentario que generaba medidas legislativas tendentes, en mayor o menor medida, a reforzar la posición política, económica y social de las elites. Por ello, se trata de un sistema doctrinario-burgués.

Pese a la estabilidad que logró (en virtud del turnismo y del teórico apartamiento del ejército de la política), a raíz de las consecuencias sociales y económicas de la posición neutral que España desempeñó a lo largo de la I Guerra Mundial, el clima político se enrareció considerablemente. La disminución de los salarios reales tanto de las clases populares como del estamento castrense, conjugado con los problemas inherentes al tipo de reclutamiento y al sistema d3e ascensos, hizo que las bases políticas de la Restauración se fueran socavando. A esto hay que sumarle las presiones que los nacionalismos periféricos ejercían sobre el sistema, reivindicando una mayor democratización y descentralización del mismo. Las medidas que los diferentes gobiernos fueron adoptando (la cuota para el servicio militar, las diferentes medidas sociales, los intentos de secularización, la ley de mancomunidades, la negociación del protectorado en Marruecos con Francia...) no satisfacieron las necesidades de reforma estructural del sistema. Por ello, ante el declive y desgaste político del régimen, sólo le quedaba a la monarquía el golpe de Estado. No obstante, hay autores que defienden que el sistema de la Restauración estaba caminando hacia una progresiva democratización, que el golpe de Estado abortó.

Sea como fuere, la presión de los nacionalismos periféricos, la inestabilidad política (ruptura del turnismo y recurso a los gobiernos de concentración y de salvación nacional) y social (el pistolerismo, el recurso al Somatén en Cataluña, los lock outs por parte de los empresarios, la declaración de medidas de excepción como la ley marcial, la revolución social en zonas como Andalucía durante el trienio bolchevique de 1918 a 1920), la crisis causada por el desastre de Annual y la cuestión de las responsabilidades a raíz del informe Picasso... todo ello coadyuvó a que entre algunos militares empezara a barajarse la posibilidad de un paréntesis autoritario. Este paréntesis iba a materializarse en la suspensión de las garantías constitucionales y de toda la Carta Magna de 1876, y en el apartamiento de los políticos profesionales y de los partidos dinásticos de la arena política.

El ejército, en un proceso que se había iniciado con la Ley de Jurisdiccines y que había continuado con la ayuda que prestó en la Semana Trágica de 1909 para mantener el orden, así como durante el trienio bolchevique y a causa de los disturbios generados por la Huelga General de 1917 y tras la Huelga de la Canadiense, iba a ir adquiriendo un progresivo papel político. A causa de esta progresiva injerencia en la arena política, el régimen, en principio más moderado que el de Isabel II (esta afirmación se debe matizar muchísimo, ya que es excesivamente genérica y simplista), iba a adquirir un carácter más autoritario. Un autoritarismo que cristalizaría en septiembre de 1923.

Todas las ideas, por tanto, que aparecen en el texto, explican los motivos que generaron el golpe de Estado, y el régimen subsiguiente que se diseñó, con la salvedad de que, pese a manifestar en el tercer párrafo que el objetivo del golpe era crear un directorio militar que, con carácter provisional, tuviera como finalidad mantener un orden que se veía subvertido, duró hasta 1931 (con los matices de las etapas de Berenguer y Aznar). Todas ellas se explican con lo que hemos expuesto más arriba, y por ello, podemos afirmar que este documento es esencial para reflejar la esencia de los problemas que desembocaron en el golpe, y el régimen posterior que se generó. Un régimen ultra-españolista (en línea con lo dibujado tras la ley de jurisdicciones y generado en parte por el desastre de 1898), como se observa en la expresión descarada propaganda separatista, autoritario y militar, poco concesivo con el movimiento obrero, intervencionista en economía (como luego se verá en los incentivos que desde el Estado llegaron a la actividad agrícola e industrial, favorecidos en parte por la positiva coyuntura económica de que se disfrutó en los años veinte, y que no se puedo gozar en los treinta) y centralista (incluso en lo tocante a la administración local, definida en el Estatuto Municipal de 1924).

Pese a este aspecto rancio, conservador, autoritario y tradicional (las alusiones a la virilidad y masculinidad son buena muestra de ello), el dictador, Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, se declaraba heredero de la tradición costista de creación de un cirujano de hierro que pusiese orden en el país, y extirpase el cáncer de un régimen oligárquico y corrupto. Un cirujano de hierro que implantase un sistema en el que todas las clases o grupos sociales tuvieran cabida. Para ello, se recurrió a diferentes métodos como el sufragio corporativo en las diferentes instituciones (¿representativas?) y sindicales (los comités paritarios), la tutela de las actividades económicas (monopolios del Estado como la CAMPSA, diferentes medidas proteccionistas y ayudas económicas...) e incluso la creación de un partido político apolítico, como la Unión Patriótica.

Todas estas medidas, sin embargo, iban a suponer un cambio superestructural, sin afectar a las diferencias profundas y a los desequilibrios estructurales del sistema. Problemas de fondo que pervivirían incluso a lo largo de la II República, verdadero intento de reforma profunda de las estructuras del país, y que, como se vio imposibilitada para desarrollar su labor, dejó irresolutos estos problemas. A causa de ello, el 18 de julio de 1936 un grupo de militares reaccionarios dieron un golpe de Estado involucionista que, como fracasó, desembocó en la consabida Guerra Civil.

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