viernes, 7 de marzo de 2008

QUEMA DE CONVENTOS EN MAYO DE 1931







Tras la proclamación de la II República, diferentes grupos de poder de carácter monárquico y ultracatólico sufrieron una verdadera consternación. Uno de sus más importantes representantes, el cardenal Segura, escribió una pastoral el 1 de mayo de 1931 a favor de Alfonso XIII, de su catolicismo, y en contra del nuevo régimen. Además, en Madrid se creó el Círculo Monárquico Independiente, cuya actuación exacerbó aún más los ánimos de algunos radicales republicanos. Éstos, furiosos, iniciaron una auténtica campaña de ataque al diario monárquico ABC, y posteriormente de destrucción de conventos el 11 de mayo de 1931 en Madrid. Esta fiesta de destrucción de edificios religiosos se extendió por otras ciudades de la geografía española, como Sevilla, Málaga o Alicante. El resultado es el que podemos encontrar en las fotografías proporcionadas.


Evidentemente, las autoridades debían garantizar los intereses de todos los españoles, entre los que figuraban los de los católicos, pese a la actitud antirrepublicana que éstos habían exhibido. Sin embargo, el gabinete no fue tan expeditivo con los culpables de estos destrozos como cabía esperar, por lo que en el seno del Gobierno Provisional hubo importantes tensiones entre los miembros católicos y los no católicos. De hecho, los exaltados se aprovecharon de la relativa permisividad de las fuerzas del orden. Sin embargo, se dice que Manuel Azaña, uno de los miembros del gabinete, manifestó que TODOS LOS CONVENTOS DE MADRID NO VALEN LA VIDA DE UN REPUBLICANO, ante la pretensión de Miguel Maura de sacar las fuerzas del orden a la calle y acometer una represión ejemplar.
Aún así, se buscó a los culpables, y, respecto a la actitud del cardenal Segura, el Gobierno le recomendó que saliese del país para preservar su seguridad personal y para evitar el estallido de futuros focos de violencia.
Lo ocurrido deb circunscribirse al proceso de regúlarización de la vida democrática en un país que, hasta ese momento, había carecido de ella. El sistema político de la Restauración, y el período dictatorial de 1923-1931 habían desarrollado en España un sistema social muy desigual que había sido legitimado a nivel ideológico por la Iglesia. Por ello, se identificaba todo lo religioso con el sistema político represivo, conservador e injusto. Y, en un momento en que parecía que se iba a implantar una República, el cardenal Segura y diarios como el ABC seguían porfiando a favor de la desigualdad y de la pervivencia de las estructuras sociales, económicas y políticas de tiempos pretéritos. De ahí el que se desatara la violencia anticlerical.
No obstante, hay que establecer un cierto puente entre lo acaecido el 11 de mayo de 1931 con las tensiones entre el Partido Conservador y el Partido Liberal, justo después del desastre de 1898, cuando Antonio Maura defendió a capa y espada el establecimiento en una sede tradicionalmente republicana como Valencia, del arzobispo Nozaleda y la creación de Ligas Anticlericales. Esta línea se continuó años más tarde con lo sucedido en la Semana Trágica de 1909, o las tensiones a raíz de la Ley del Candado de Canalejas, y seguiría latente hasta que por fin en 1931 se proclama la II República.



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